¿Qué papel juega la tecnología para conseguir que instituciones, ciudades o industrias mejoren su eficiencia energética? ¿Cuáles considera son las tendencias más relevantes en este ámbito?
La tecnología es hoy el lenguaje con el que escribimos el futuro de nuestras ciudades. En Segovia, por ejemplo, el Gemelo Digital nos permite visualizar y anticipar el comportamiento energético de los edificios, el flujo de movilidad o el impacto de las decisiones urbanas.
Estamos pasando de gestionar con datos históricos a gobernar con datos en tiempo real. Esa capacidad de análisis predictivo y territorial nos está ayudando a tomar decisiones más sostenibles, más justas y más inteligentes.
Las tendencias más relevantes apuntan hacia la integración de inteligencia geoespacial, inteligencia artificial y simulación 3D, que permiten diseñar entornos urbanos más eficientes, resilientes y humanos. La tecnología, bien usada, no solo ahorra energía: genera conocimiento, conciencia y bienestar colectivo.
¿Estamos hoy en un momento clave para la transición energética? ¿Qué papel considera que juegan las compañías energéticas en esta transición?
Sin duda. Estamos en un momento decisivo. La transición energética ya no es una opción técnica, es un compromiso ético con las generaciones futuras.
Las compañías energéticas tienen un papel esencial, pero deben evolucionar de ser simples suministradores a convertirse en socios tecnológicos y territoriales de las ciudades.
Cuando los municipios, las empresas y los ciudadanos compartimos datos, objetivos y herramientas digitales, la energía deja de ser un recurso para convertirse en una fuerza de cohesión, innovación y sostenibilidad.
¿Quién considera que está impulsando más la adopción de estas tecnologías: las administraciones públicas, los proveedores de tecnología o las empresas usuarias? ¿Cuáles son las principales barreras?
La adopción está siendo impulsada por una alianza entre administraciones visionarias y empresas tecnológicas comprometidas. En Segovia lo hemos vivido de cerca: una ciudad de tamaño medio puede liderar proyectos de vanguardia gracias a la colaboración público-privada, en nuestro caso con ESRI..
Las principales barreras no son tecnológicas, sino culturales y organizativas. Falta de confianza, fragmentación de datos o miedo al cambio ralentizan la transformación.
Pero cuando se comparte una visión —cuando se entiende que innovar es mejorar la vida de las personas— todo se acelera. La innovación no se impone, se comparte y se contagia.
Estamos convirtiendo Segovia en una Ciudad Laboratorio, una ciudad que se atreve a innovar.
¿El principal foco de interés del sector —Smart Buildings, Smart Cities, Industry 4.0 o Smart Data Centers— es la eficiencia energética? ¿Qué aporta la tecnología en este sentido?
La eficiencia energética es hoy el eje transversal que une todos los sectores inteligentes.
La tecnología aporta capacidad de medir, comparar y decidir en tiempo real.
En una Smart City como Segovia, eso significa conocer con precisión cómo se consume la energía, cuándo se desperdicia y dónde se puede optimizar.
Los datos dejan de ser estáticos para convertirse en herramientas vivas de gestión.
La tecnología convierte la eficiencia en un valor compartido: cada sensor, cada dato y cada decisión contribuyen a construir una ciudad más sostenible, más transparente y más humana.
¿Qué valoración tienen los indicadores de eficiencia energética y sostenibilidad en la definición de sus proyectos tecnológicos?
Hoy ningún proyecto tecnológico tiene sentido si no incorpora indicadores de sostenibilidad desde su diseño.
En Segovia creemos que el éxito no solo se debe centrar en la precisión de la tecnología, sino por el impacto ambiental y social que genera.
Los indicadores de eficiencia energética deben de ser nuestra brújula: nos permiten saber si avanzamos en la dirección correcta, si reducimos huella de carbono y si estamos mejorando la calidad de vida de las personas.
Porque el verdadero éxito digital no se mide en algoritmos, sino en ciudadanos que viven mejor gracias a ellos.






