En los últimos años, el mundo que nos rodea ha cambiado de forma apasionante y en cierto modo casi abrumadora. La vida cotidiana se ha llenado de tecnología, tecnología que nos acompaña en prácticamente todo lo que hacemos y que nos permite acceder a servicios, herramientas o contenidos que un par de décadas atrás solo se veían en las películas de ciencia ficción. El cambio tecnológico ha modificado por completo el día a día del consumidor, pero también lo ha hecho en el mundo de la empresa.
La tecnología es la gran aliada de las compañías y el motor de muchos de los cambios que han mejorado sus resultados en los últimos años. Su impacto llega ya a todos los sectores y el de la energía no puede quedarse al margen de esta revolución digital impulsada por las nuevas tecnologías.
En la actualidad, una de esas tecnologías que se están posicionado como determinantes en el mundo de la empresa es el big data. Las herramientas que trabajan con el big data parten de la elevada cantidad de datos que se generan en un mundo conectado. Ahora mismo, y gracias al hecho de que nuestro día a día está altamente digitalizado, prácticamente todo lo que hacemos deja una huella digital y una, por así decirlo, estela de datos.
Un estudio de hace ya unos cuantos años, de McAfee y Brynjolfsonn, señalaba que cada 40 meses se dobla la producción de datos. No son pocas las estimaciones que recuerdan que la cantidad de datos que se han generado en los últimos tiempos son muy superiores a los que se habían generado no ya solo en los últimos años precedentes, sino más bien en toda la historia registrada. Una estimación de hace unos años señalaba, por ejemplo, que en los años previos se habían generado más datos que en toda la historia previa de la Humanidad. El hecho de que cada vez haya más dispositivos conectados hace que el parque de datos potencial sea aún mayor.
El big data se emplea ya en prácticamente todos los terrenos, desde en el marketing político hasta para decidir qué series y películas van a producir plataformas como Netflix, y por supuesto, se puede usar también en el terreno de la energía. Solo se necesita, al fin y al cabo, que se hayan producido antes los volúmenes de datos necesarios.
Y la energía ya está produciendo datos, ya que el servicio se ha digitalizado desde la producción de energía hasta la propia recepción de la misma. Una vez que los contadores de energía (electricidad, agua, gas natural,…) de los consumidores finales se convirtieron en inteligentes lo hicieron también en emisores continuos de datos. Como recuerdan en un análisis de Accenture, el big data se ha convertido en una oportunidad para el sector energético que le permitirá mejorar sus resultados si logra aplicarlo de una forma efectiva y superando los potenciales problemas. Para la industria energética, el big data presenta los mismos puntos de fricción que presenta para otras muchas industrias. El problema no está en los datos, sino más bien en cómo estos se presentan y la explotación de los mismos. El que la información se encuentre en silos o el que los datos estén fragmentados son problemas que puede resolver el uso del big data.
Con el personal adecuado, el conocimiento asociado en eficiencia energética, con las herramientas precisas y con una estrategia bien diseñada – el potencial del big data para el mundo de la energía es muy elevado. Puede ayudar a encontrar las fuentes de materias primas más adecuadas para las empresas de energías no renovables, mejorar los tiempos de respuesta, adelantarse a los problemas, mejorar la gestión de las redes y dar un mejor servicio de atención al cliente, entre otras mejoras. Los efectos positivos del big data tocan la cadena de valor de la eficiencia energética.
De hecho, simplemente con organizar la información para tener más claro qué está ocurriendo con el consumo energético se puede ayudar a reducir el gasto en energía. Es lo que ocurre, por ejemplo, con las empresas del sector terciario que están empezando ya a aplicar el big data a la gestión de su consumo de energía. Para compañías como, por ejemplo, hoteles, oficinas, hospitales o residencias, que tienen grandes necesidades de consumo, lograr una mayor eficiencia energética puede traducirse en ahorros significativos y en una mejor operación de las instalaciones.
Según estimaciones de Balantia, ya en la primera fase inicial de un proyecto de big data – en el que simplemente se organiza la información de consumo – este tipo de empresas pueden lograr cifras de ahorro energético de entre el 2 y el 4%. El potencial es además mayor, ya que a medida que se obtienen más datos y se analizan más profundamente se pueden encontrar más oportunidades de ahorro, mejorar la eficiencia del consumo o dotar de más conocimientos a los usuarios de la red para que tomen mejores decisiones a la hora de consumir energía.
La inteligencia artificial, elemento al alza
El big data no es además más que una más de las grandes innovaciones tecnológicas de los últimos años. La inteligencia artificial también se ha convertido en uno de esos grandes pilares del cambio y en uno que, además, tiene mucho potencial a futuro por desarrollar. Se podría decir, de hecho, que la inteligencia artificial está aún en sus primeras fases y que lo que se está viendo hasta ahora es una muestra preliminar de todo lo que podrá lograr. A medida que las grandes compañías tech siguen trabajando en ella y a medida que la innovación va haciendo la tecnología más compleja y más sofisticada, su potencial de desarrollo va igualmente creciendo en paralelo. Para no pocos analistas, de hecho, la inteligencia artificial es la llave que impulsará la cuarta revolución industrial.
Pero ¿puede tener un efecto en la energía? En realidad, y como recuerdan en uno de los blogs de la Universidad de Harvard, la inteligencia artificial puede desde mejorar el modo en el que se produce, gestiona y consume la energía hasta el efecto que tiene sobre el medioambiente pasando por la elección de las fuentes más eficientes de energía.
Una de las principales aplicaciones de la inteligencia artificial podría estar en las propias redes de energía, haciendo que sean mucho más inteligentes y aumentando no solo su vida útil sino la calidad de su respuesta a los problemas que suponen los picos de demanda. La inteligencia artificial estaría aprendiendo todo el tiempo de las pautas de consumo energético para así ser capaz de adelantarse a la demanda futura y preparar a la red para soportarla. A eso se suma que las redes inteligentes en energía podrán ser mucho más efectivas a la hora de conjugar diferentes fuentes energéticas, sumando diferentes renovables para que se pueda mantener un continuo de servicio de calidad, o a la hora de comprar energía desde diferentes productores, adelantándose a las necesidades de la red y gestionando mucho mejor los costes.
Al big data y a la inteligencia artificial se pueden sumar también muchas otras nuevas y emergentes tecnologías que están cada vez más presentes en el mundo de la energía y que hacen a las empresas del sector mucho más eficientes y mucho mejores en su servicio al consumidor. Por ejemplo, el blockchain – del que tanto se habla gracias a las criptomonedas – tiene también aplicaciones en este terreno, aumentando la transparencia y blindando la transmisión energética, por ejemplo.
En definitiva, la tecnología está ya aquí y el sector de la energía tiene que aprovechar esta oportunidad. Todas estas herramientas mejorarán las cifras del sector, su servicio e incluso sus expectativas de futuro. Y, además, se debería recordar que quedarse al margen de ellas no solo sería un error de cálculo a la hora de mejorar la estrategia sino también a la hora de conectar con los clientes. Estos, acostumbrados a las mejoras que todas estas innovaciones aportan ya en otros terrenos, no estarán dispuestos a aceptar que su consumo energético se haya quedado un par de revoluciones atrás de la nueva industria 4.0.