1. ¿Qué papel juega la tecnología en conseguir instituciones/ciudades/industrias/centros de datos más eficientes energéticamente hablando?, ¿Cuáles considera son las tendencias demás relevancia en este ámbito?
La tecnología juega un papel fundamental para avanzar hacia modelos más sostenibles y eficientes. Nos permite conocer en detalle cómo y cuándo consumimos energía y, con esa información, tomar decisiones más acertadas para reducir consumos y optimizar procesos. Herramientas como la inteligencia artificial, el internet de las cosas o la computación en el edge están haciendo que la industria funcione de forma mucho más inteligente y respetuosa con el entorno.
Además, un aspecto clave que está cobrando cada vez más importancia es el desarrollo de espacios de datos compartidos y cooperativos. La colaboración entre diferentes actores y diferentes empresas a través de la compartición segura y eficiente de datos es esencial para maximizar el impacto de la tecnología en eficiencia energética. Desde ITI, estamos impulsando precisamente este enfoque, promoviendo la creación de espacios de datos que faciliten la cooperación y el intercambio de información entre entidades, lo que permite desarrollar soluciones más integradas y efectivas.
Otras tendencias que destacan son el uso de modelos predictivos basados en datos para anticiparse a las necesidades energéticas y los gemelos digitales, que permiten simular y ajustar antes de actuar. La sensorización a gran escala aporta una visión en tiempo real muy valiosa, y el dato se consolida como el activo fundamental para tomar decisiones con impacto real.
En definitiva, si queremos que nuestras ciudades, industrias e instituciones sean más sostenibles, necesitamos apoyarnos en la tecnología, pero también en la cooperación y la gestión compartida del dato. Innovar no es solo una cuestión de eficiencia: es una apuesta de futuro.
2. ¿A qué retos se enfrenta el sector tecnológico? ¿Y el sector industrial?
El sector tecnológico se enfrenta al reto de seguir avanzando en innovación, pero también de hacerlo con un enfoque más colaborativo y conectado con las necesidades reales del tejido productivo. Es fundamental una escucha activa al sector industrial, entender de verdad sus desafíos y prioridades, y ser capaces de ofrecer soluciones tecnológicas que estén alineadas con su realidad. Muchas veces hablamos de tecnología en términos que no siempre se comprenden fuera del propio sector, y eso crea una barrera. Necesitamos hablar el mismo idioma, generar confianza y demostrar con hechos cómo la tecnología aporta valor. Además, la gestión del talento sigue siendo uno de los grandes retos: hacen falta personas capaces de tender puentes entre lo técnico y lo estratégico. Y, por supuesto, es clave seguir impulsando la transferencia de conocimiento, especialmente hacia las pymes, para que la digitalización llegue de forma efectiva a todo el tejido empresarial.
En cuanto al sector industrial, el gran reto es acelerar su transformación digital. Muchas empresas están dando pasos importantes, pero aún queda mucho por hacer, especialmente en sectores más tradicionales. Aquí el desafío no es solo tecnológico, sino también cultural: hay que entender que innovar y digitalizarse no es un lujo, es una necesidad para seguir siendo competitivos y sostenibles. La industria necesita tiempo, apoyo y acompañamiento para dar ese salto.
Ambos sectores están profundamente conectados. Cuando tecnología e industria se entienden, se generan sinergias muy poderosas que impulsan no solo la competitividad, sino también un desarrollo económico más innovador, sostenible y orientado al futuro.
3. ¿Cómo se puede lograr un despliegue eficiente de las tecnologías?
Para que el despliegue de la tecnología sea realmente eficiente, no basta con contar con soluciones innovadoras: hay que saber cuándo, cómo y para qué aplicarlas. Y eso solo es posible si entendemos bien el contexto y las necesidades de cada organización o sector. La clave está en aterrizar la tecnología, traducirla a un lenguaje comprensible y vincularla a objetivos concretos de negocio o de impacto.
Un despliegue eficiente requiere planificación estratégica, no improvisación. Es fundamental empezar por un diagnóstico claro, definir metas realistas y establecer una hoja de ruta que marque el camino. Esto implica contar con el compromiso de la dirección, conocer en profundidad la problemática y las dinámicas de la empresa, y fomentar una comunicación fluida entre todas las partes implicadas. Solo así es posible identificar conjuntamente las oportunidades que ofrece la tecnología.
Es importante recordar que la tecnología es un medio, no un fin en sí misma. La tecnología es el camino, no el destino. No se trata simplemente de digitalizar lo que antes se hacía en papel, sino de repensar procesos, modelos y formas de trabajar. La transformación digital consiste en aprovechar todo el potencial de la tecnología para hacer las cosas de manera diferente, más eficiente y con mayor impacto para el negocio.
Tampoco podemos olvidar el factor humano: la tecnología no funciona por sí sola. Es clave formar a las personas, hacerlas partícipes desde el inicio, implicarlas en el proceso y asegurar que comprenden el valor real de los cambios que se están introduciendo. La adopción tecnológica es tanto un proceso técnico como cultural, y cuando tecnología e industria trabajan de la mano desde el principio, los resultados son mucho más sólidos y sostenibles.
Por eso, la eficiencia en el despliegue no se mide solo por la velocidad, sino por la capacidad de generar impacto real, sostenible y alineado con los objetivos de cada organización.
4. ¿Cuáles son las acciones más relevantes en materia de Eficiencia Energética que deben desarrollar las empresas del sector? ¿Qué papel tienen las TIC y la innovación? ¿Cuáles considera son las tendencias de más relevancia en este ámbito?
Las empresas tienen hoy la oportunidad, y la responsabilidad, de abordar la eficiencia energética no solo como una obligación normativa o una cuestión de ahorro, sino como una palanca real de competitividad y sostenibilidad. Lo primero es medir y conocer: no se puede mejorar lo que no se monitoriza. Por eso, una de las acciones más relevantes es incorporar herramientas tecnológicas que permitan tener una visión clara y en tiempo real de los consumos energéticos y de los puntos críticos de mejora.
Las TIC juegan aquí un papel protagonista. Tecnologías como la inteligencia artificial, el análisis de datos o el internet de las cosas permiten automatizar decisiones, anticipar comportamientos energéticos y optimizar procesos de forma continua. Pero, para que estas tecnologías funcionen, hay que integrarlas bien en la estrategia de la empresa y formar a las personas que van a utilizarlas. La innovación no está solo en el dispositivo o el algoritmo, sino en cómo se aplica de forma práctica.
Entre las tendencias más relevantes destacaría la digitalización de la gestión energética a través de plataformas inteligentes, la sensorización de activos industriales, la integración de renovables con sistemas de almacenamiento adaptativo, y los modelos de economía circular y eficiencia basados en datos.
En definitiva, la eficiencia energética necesita tecnología, pero también visión, colaboración e inversión a medio y largo plazo. Apostar por la innovación es apostar por un modelo más resiliente, competitivo y alineado con los retos globales.
5. ¿Considera que se puede mejorar la posición competitiva de las organizaciones con la implantación de Tecnologías de la Información y Comunicaciones? ¿y en lo referente a competitividad energética?
Sin duda, la implantación de Tecnologías de la Información y Comunicaciones es una palanca fundamental para mejorar la competitividad de cualquier organización. Las TIC permiten optimizar procesos, tomar decisiones basadas en datos en tiempo real y acelerar la innovación, lo que se traduce en mayor eficiencia, flexibilidad y capacidad de adaptación ante un entorno cambiante.
En materia de competitividad energética, las TIC juegan un papel clave al facilitar la monitorización y gestión inteligente del consumo, la detección de ineficiencias y la integración de energías renovables. Estas capacidades no solo reducen costes y emisiones, sino que también posicionan a las empresas como referentes en sostenibilidad, un valor cada vez más demandado por clientes, inversores y reguladores.
En ITI, por ejemplo, trabajamos con numerosas empresas para desarrollar soluciones tecnológicas que les permitan optimizar su huella energética y avanzar hacia modelos de negocio más sostenibles y competitivos. Estas experiencias nos confirman que la tecnología, bien aplicada, es un motor de crecimiento y transformación.
Por eso, apostar por la digitalización y la innovación tecnológica no puede considerarse una opción, sino una inversión estratégica imprescindible para cualquier organización que aspire a liderar en un mercado global cada vez más exigente y comprometido con el planeta, el hogar de todos los que lo habitamos hoy y de quienes lo habitarán en el futuro.
ITI
Directora Gerente
