Uno de los mayores logros probablemente sea el alineamiento entre el sector público, privado y la sociedad en general en materia de concienciación respecto al medioambiente. Desde finales del siglo pasado, la descarbonización de la movilidad, la mejora de la eficiencia en procesos industriales o la búsqueda de energías renovables se han convertido en protagonistas en nuestras actividades, y las tecnologías de la información y comunicación han jugado un papel crucial en esta evolución.
La transición ecológica se encuentra un momento clave de nuestra historia, y debemos ser capaces de preparar el futuro para un crecimiento sostenible y organizado. De esta forma, tenemos que incrementar la potencia renovable e incorporar mecanismos de almacenamiento de energía a gran escala. También debemos seguir trabajando en mejorar la eficiencia de la cadena de valor de la energía, desde la producción hasta el consumo. Será de especial relevancia el equilibrio entre la electrificación y la transformación de la industria, donde jugarán un papel clave los nuevos vectores energéticos que desplacen paulatinamente a los combustibles más contaminantes. Todo ello en un marco de juego que permita realizar inversiones con seguridad, garantizando la sostenibilidad económica de los negocios y el servicio a los clientes.
Para abordar la transición ecológica tenemos que ser capaces de transformar la cadena de valor de la energía. Hasta ahora nos hemos centrado en desplazar los combustibles fósiles hacia un mix renovable, además de incorporar mecanismos de eficiencia energética. A lo largo de los años, esta cadena de valor ha pasado de ser lineal a prácticamente exponencial, y esto ha incrementado el consumo de materias primas o la emisión de gases de efecto invernadero.
Tenemos la enorme oportunidad de implementar mecanismos de eficiencia donde los productos de deshecho de una cadena de valor se conviertan en las materias primas de otro negocio. De esta forma, transformaremos la cadena de valor de la energía, de un modelo exponencial, a uno basado en la economía circular.
Como ejemplo, residuos sólidos procedentes de la industria pueden ser gasificados para producir gas sintético y biometano, evitando unas emisiones de gases de efecto invernadero que se habrían producido de forma difusa. Incorporando estos combustibles al mix energético en el ámbito industrial y doméstico, somos capaces de desplazar a otros vectores más contaminantes. Otro ejemplo podría ser el reciclaje y recuperación de la infraestructura energética, en especial, los parques eólicos que finalizan su vida útil y será necesario desmantelar durante los próximos años. Los materiales como la fibra que componen las palas, cubre-bujes y capotas, que hasta el momento iban a vertedero, pueden ser recuperados en el mercado de materias primas de segunda vida o destinadas a la fabricación de materiales de construcción, entre otros.
En este camino hacia la descarbonización, las tecnologías de la información y la comunicación jugarán un papel clave, en especial, la inteligencia artificial generativa o la computación cuántica. Ya no se entiende ninguna tecnología “hard” si no viene acompañada e hibridada con tecnologías “soft”. Esta hibridación de tecnologías nos facilitará, además, la toma de decisiones empresariales a todos los niveles. Computación cuántica que nos ayude en el diseño molecular de nuevos vectores energéticos, inteligencia artificial que permita a los clientes gestionar sus servicios de forma eficiente o constelaciones de satélites para operar y supervisar nuestras infraestructuras, son algunos ejemplos de cómo las TIC podrían jugar un papel fundamental los próximos años.