¿Cuál es la relación entre los datos, el Edge Computing y el 5G?
Cada vez dependemos más de las tecnologías digitales. Todos lo vemos en nuestra vida personal y profesional, en la que los dispositivos conectados a la red que consumen o generan datos se está multiplicando. Para gestionar esta avalancha de digitalización considerando los requisitos de rapidez y baja latencia de las aplicaciones, se hace necesaria una primera capa de computación y almacenamiento cerca de los usuarios y de los datos. Eso es el Edge Computing, y no es un elemento aislado, sino que es parte de una arquitectura informática general, que abarca hasta los grandes centros de datos. Gran parte de estos datos en el Edge no se transmitirá a través de conexiones cableadas, sino inalámbricas. Por ello, una tecnología como el 5G es imprescindible para ejecutar estas comunicaciones cumpliendo los requisitos de baja latencia y, en consecuencia, podemos decir que el 5G será el gran facilitador del Edge Computing. Son dos caras de la misma moneda: la explosión en el consumo y generación de datos.
¿Cómo afecta esto al consumo energético?
Por un lado, el 5G es una tecnología eficiente porque tiene latencias más bajas, porque aumenta la velocidad y permite el transporte de paquetes de datos más grandes en menos tiempo. Pero, si hablamos de energía, va a suponer sin duda un consumo mayor que el de cualquier generación anterior. En primer lugar, porque su cobertura va a necesitar más estaciones base, cada una de las cuales consume energía. Que su consumo sea mayor o menor dependerá de los sistemas de rectificación que utilicen y de la eficiencia de estos. Además, en principio no se van a apagar 2G, 3G o 4G, todas convivirán con la quinta generación.
¿Qué se puede hacer para maximizar la eficiencia energética en este contexto?
Queda claro que el consumo energético va a crecer en paralelo con la digitalización. Lo que los actores involucrados en este proceso podemos hacer es aportar nuestra tecnología de vanguardia para que este consumo se haga con la mayor eficiencia posible. Desde el punto de vista de la alimentación eléctrica, los equipos de protección (SAIs, rectificadores, etc.) deben tener las menores pérdidas energéticas. Desde el punto de vista de la refrigeración, desarrollando nuevas tecnologías que necesiten cada vez menos energía. Y, por último, proporcionando soluciones de monitorización y gestión que permitan medir lo que está pasando y actuar en consecuencia.