La digitalización ha dejado de ser una aspiración para convertirse en una necesidad estructural en la gestión de territorios y destinos turísticos. En este contexto, los gemelos digitales representan una de las herramientas más avanzadas y con mayor potencial transformador.
Sin embargo, lo que da sentido a un gemelo digital no es su espectacular interfaz gráfica en 2D o 3D, sino la capacidad de ofrecer datos reales, actualizados y gobernados con eficacia, que permitan tomar decisiones estratégicas e inteligentes. Un gemelo digital no es otra cosa que la representación virtual de un territorio, por ejemplo, una ciudad, una comarca o un destino turístico, que está sincronizada en tiempo real con lo que ocurre en el mundo físico. Lo relevante no es la maqueta digital en sí, sino todo lo que permite hacer con ella: simular escenarios, analizar datos, anticiparse a situaciones, detectar patrones y optimizar la gestión. En definitiva, convertir datos en conocimiento y el conocimiento en acción.
Para lograr esto, se necesita una infraestructura tecnológica sólida, pero también una filosofía de gestión avanzada. La clave está en la combinación de varios pilares: la adquisición multifuente de datos (desde sensores IoT a fuentes externas pasando por los propios sistemas internos de gestión), la gobernanza del dato (estructura, calidad, trazabilidad), la aplicación de inteligencia (analítica avanzada y reglas de negocio), la interoperabilidad semántica (para que los datos se entiendan entre sistemas) y, por supuesto, una interfaz amigable que lo haga accesible y funcional para todos los perfiles de usuario.
En este sentido, los gemelos digitales pueden integrar múltiples tipos de datos, como datos IoT del territorio (sensores de afluencia, calidad del aire, ocupación de espacios públicos) o datos internos del destino (sistemas de gestión pública, sistemas de reservas, agenda pública, incidencias, movilidad…). Para poder realizar una correcta integración es fundamental comprender las diferentes operativas funcionales del territorio: desde la gestión del tráfico hasta la oferta cultural o los servicios administración electrónica que se realizan en él.
Asimismo, la compartición de datos entre territorios, gracias a los nuevos espacios de datos, enriquece los modelos y permite decisiones más inteligentes y colaborativas. A este respecto las nuevas iniciativas nacionales como la PID de SEGITTUR (Plataforma Inteligente de Destinos), que promueve un espacio común de datos turísticos interoperables o el futuro EDINT de la FEMP, que impulsará la digitalización municipal con estándares abiertos y conectividad interterritorial, permitirán enriquecer el ecosistema de datos del que se nutrirán los gemelos digitales.
Pero nada de esto será posible sin una visión estratégica, transversal y comprometida. La construcción de gemelos digitales operativos no es solo una cuestión de software, sino de colaboración entre administraciones, empresas tecnológicas y ciudadanía. Implica diseñar herramientas vivas, útiles y sostenibles, que integren la realidad física y digital de nuestros territorios y ofrezcan una nueva manera de gobernarlos: basada en datos, sí, pero también en inteligencia. En eso radica el verdadero potencial del turismo del siglo XXI.