En un mundo donde tanto el progreso como el cuidado del medio ambiente son imperativos, la tecnología se erige como un aliado fundamental para comprender y abordar los desafíos que enfrenta nuestra sociedad. En este contexto, la inteligencia artificial (IA) y la automatización destacan como herramientas clave en la observación y análisis del territorio, gracias a la tecnología geoespacial. Y es que España cuenta con un avanzado sistema de observación de la tierra –muchas veces desconocido– que nos ubica en una posición privilegiada para liderar este cambio hacia un crecimiento social más eficiente.
Desde hace años, las Administraciones públicas españolas, acompañadas por un sólido sector privado, han dado pasos agigantados en el ámbito de la observación del territorio, disponiendo de múltiples capacidades para interpretar datos recopilados desde aviones y satélites. Este esfuerzo ha generado una vasta cantidad de información, que constituye un recurso invaluable para comprender nuestra realidad y, sobre todo, para tomar mejores decisiones. Sin embargo, ahora el verdadero desafío radica en el análisis automatizado de estos datos, para convertirlos en información significativa y útil, mediante la aplicación de técnicas basadas en inteligencia artificial, combinadas con tecnología geoespacial.
Como en todas las industrias, la inteligencia artificial ha transformado la forma en que se producen y analizan datos geográficos, permitiendo realizar tareas que antes parecían imposibles. Desde la detección de vehículos hasta la cartografía detallada de la vegetación, la inteligencia artificial está expandiendo las fronteras de lo que es posible en el ámbito de la observación del territorio. La capacidad de analizar patrones de movilidad, monitorear la evolución de los cultivos o prevenir incendios forestales son solo algunas de las formas en que estas tecnologías pueden contribuir a una sociedad más eficiente y resiliente.
Pero la aplicación de la inteligencia artificial en la observación del territorio no solo tiene implicaciones técnicas, sino también sociales. Una disminución de costes en la producción de información geográfica es una primera consecuencia, pero es mucho más importante la capacidad de poner ante los ojos de la sociedad nuevos datos, de mayor calidad y de más detalle, abiertos y compartidos, lo que sin duda permite avanzar hacia un país más consciente de sus logros y retos, y democratizar la auditoría de sus decisiones.
En este marco, España se posiciona como un líder, con programas que han impulsado la colaboración entre diferentes administraciones, tanto de ámbito nacional como regionales y casi siempre con datos abiertos y gratuitos. Tenemos razones para ser optimistas y para poner en valor la oportunidad que representa para este país seguir avanzando e invirtiendo en el desarrollo de datos geográficos y en aplicaciones basadas en tecnologías geoespaciales. Desde aplicaciones civiles hasta usos en seguridad y defensa, la inversión en esta área promete un retorno significativo no sólo en la esfera económica, sino también en la social.
Sin embargo, es importantísimo garantizar que, a la par de este progreso tecnológico, se acompañen políticas activas que vengan a poner en valor los resultados obtenidos, y que en ese proceso se salvaguarden también los derechos y valores fundamentales de nuestra sociedad a través de una regulación ética –pero también sensata y eficaz– que de verdad permita redefinir la manera en que comprendemos y gestionamos nuestros activos como sociedad.