Por un lado, los sistemas están experimentando una mayor conectividad. Los consumidores ya no sólo son consumidores, sino también son productores que interaccionan con el sistema eléctrico de manera activa (“prosumidores”); y para ello es imprescindible incorporar mayor flexibilidad tanto de sus demandas como en lo referido a la decisión de inyectar, o no, la producción a la red o a la hora de obtener rentabilidad a los kWh producidos, pero no consumidos por la instalación.
Para lograr esa flexibilidad es necesario seguir optimizando los sistemas de interconexión entre máquinas, incluyendo desde los sistemas consumidores de energía de una planta industrial a los contadores inteligentes (smart meters), pasando por los elementos de control de nodos, los centros de distribución o los elementos de control de las instalaciones. Sin duda, mejorar la infraestructura de telecomunicaciones para que sea robusta, rápida y de mayor capacidad es un reto ineludible que no sólo aporta beneficios en este ámbito sino en muchos otros de la economía.
Asimismo, hay que contemplar el reto del almacenamiento de cara a sacar el máximo partido posible a la generación distribuida, que es necesario no sólo en forma de baterías tradicionales sino a través de otras tecnologías como la producción de combustibles a través de energía limpia excedentaria. Sólo con la optimización de dichas tecnologías, y su consecuente reducción de precio, podremos maximizar la producción de estos sistemas distribuidos de generación.
Otro reto es la integración de esta generación en las actuales redes de transporte y distribución. A pesar de contar con una red de gran calidad, sigue suponiendo un desafío importante para operadores y distribuidores continuar trabajando para elevar el estándar nacional, en la medida de lo posible.
Otro reto que añadir a la lista es contar con una normativa que permita a los “prosumidores”, grandes y pequeños, realizar trámites y operaciones de manera fácil y rápida, sin estar limitados por una burocracia administrativa con la distribuidora, que se demora en el tiempo. Poder transitar de un régimen de producción a otro de manera rápida y con las menores restricciones posibles, que se adapte a la demanda de energía y a la capacidad del sistema es fundamental para que el modelo de generación distribuida se imponga.
Por último, la madurez tecnológica supone otro reto fundamental. Es imprescindible que aumente la oferta de instalaciones de generación distribuida con el fin de que aumente el grado de madurez tecnológica. Esto permitirá que las diferentes tecnologías sean cada vez más competitivas con las tradicionales y de esta forma que aumente, haciendo virtuoso el círculo, el número de instalaciones.