Dadas las características de este trilema, el enfoque estratégico más adecuado para afrontarlo es la flexibilidad. Así nos encontramos, por ejemplo, con el caso de las redes eléctricas. Éstas fueron concebidas para un entorno de generación convencional predecible y ahora han de ser capaces de integrar una masiva de generación renovable distribuida: hasta el 74% del total de generación en 2030, de acuerdo con el PNIEC. Es decir, la gran mayoría del hardware de las redes (subestaciones, líneas, cables, etc.) tendrá que ser capaz de dar el mismo servicio, o superior, en un entorno completamente distinto y más demandante. La digitalización se configura como el habilitador capaz de extender las funcionalidades de las redes eléctricas y convertirlas en la columna vertebral de la transición energética.
Relacionada con el primer vértice del trilema, la seguridad de suministro, la disponibilidad de las redes eléctricas es de forma creciente un factor más crítico y sensible a fenómenos externos, tales como la climatología extrema o los ciberataques. La disponibilidad de mayor cantidad de datos, y de más calidad, permitiría proporcionar una mejor y más efectiva reacción ante incidentes y averías en la red, así como un aumento de la ciber-resiliencia.
Los consumidores y las empresas demandan cada vez más, además de un suministro energético seguro, un suministro energético más económico. Con la transición energética se han empoderado a través de la generación distribuida y el autoconsumo para ser más eficientes, a la par que impulsan el vértice de sostenibilidad del trilema. Las redes eléctricas se están convirtiendo en facilitadoras de este cambio gracias a una mayor visibilidad de lo que ocurre en cada instante en sus propios activos, en la generación distribuida conectada, en el almacenamiento y en el papel activo de los prosumidores. Sin visibilidad y mayor control, especialmente de la baja tensión, no es posible ofrecer la flexibilidad que requiere la integración de las energías renovables. Tampoco los consumidores pueden tomar decisiones sin disponer de datos de calidad en cada momento.
La digitalización de las redes eléctricas se fundamenta en cuatro pilares para dar respuesta a los nuevos escenarios energéticos planteados. En primer lugar, se arrancaría con el mejor uso posible de los datos existentes y la creación de una arquitectura de datos que soporte y se adapte a las necesidades cambiantes de la transición energética. A continuación, se trataría de ampliar la visibilidad y el control de la operación de la red sobre la generación distribuida conectada en baja tensión y las soluciones necesarias para integrarla. Como tercer pilar encontraríamos el despliegue de dispositivos IoT conectados a la nube que sensorizarían los activos de la red. Con ello la cantidad de datos disponibles se incrementaría de una forma exponencial mejorando la visibilidad de los elementos de la red y optimizando la predicción en la generación y demanda de los prosumidores. Por último, el estado más avanzado de digitalización de las redes eléctricas dotaría a la red de inteligencia y control distribuido por medio del cloud, edge-computing, gemelos digitales y plataformas. De este modo se conseguiría una optimización cercana al tiempo real de la actuación de los elementos de la red y una creciente coordinación entre la generación distribuida y la gestión de la demanda.
Definitivamente, el despliegue de tecnología en las redes eléctricas se postula como el núcleo sobre el que construir y desplegar la flexibilidad necesaria capaz de responder eficientemente