¿Estamos hoy en un momento clave para la transición energética?
La transición energética es un proceso continuo, que implica cambios a largo plazo en las infraestructuras, las políticas y la mentalidad global. Sin duda la tecnología juega un papel fundamental en dotar a esa transición de la velocidad necesaria para cumplir los agresivos objetivos que nos hemos impuesto, pero necesitamos también agilizar de forma efectiva los marcos regulatorios y dar respuesta rápida a muchos de los nuevos escenarios que se plantean.
La transición energética no es sólo una transformación de las fuentes de producción, sino que genera un cambio de paradigma total, una transformación profunda que incluye nuestro papel como consumidores.
En este sentido, creo que, como sociedad, ya existe una sensibilidad clara y tenemos asumido que esta transición no es negociable y no tiene vuelta atrás. Tenemos muchas líneas de trabajo abiertas que, hasta ahora han estado buscando su sitio, y es ahora, desde mi punto de vista, cuando las piezas del puzzle empiezan a encajar y se entiende la necesidad de cada una de ellas en el proceso de alcanzar nuestro objetivo. Es por esto por lo que creo que sí estamos en el momento clave.
¿Qué papel juegan las compañías energéticas tradicionales en esa transición energética?
En esta transición, todos los elementos juegan un papel relevante. La base de la transición es la sustitución de las fuentes energéticas con mayores emisiones de gases de efecto invernadero por otras más limpias y sostenibles, pero no es viable conseguirlo sin un reemplazo progresivo que garantice la estabilidad y minimice el impacto en toda la cadena.
Debido a los plazos agresivos, y a la disrupción adicional generada en Europa por la guerra en Ucrania, hemos visto que determinados factores desequilibran gravemente el ecosistema y generan efectos contrarios a la reducción de emisiones, o volatilidad de precios con grave impacto en la actividad industrial o en el bienestar doméstico. Y hay un elemento clave en este proceso, que son las infraestructuras energéticas, y su proceso de adaptación al nuevo escenario, tanto de fuentes de energía, como de capacidad de transporte, distribución y almacenamiento. Las compañías de infraestructuras estamos haciendo un gran esfuerzo para asegurar que ponemos en marcha los elementos necesarios.
Las grandes compañías productoras o comercializadoras están poniendo en marcha ambiciosos planes estratégicos con grandes inversiones en energías renovables, mejoras de eficiencia e innovación. Y muy importante es la participación de todos en la elaboración de políticas y normativas que permitan el encaje de todos los factores.
Redexis está comprometida con la transición puesto que el gas juega un papel clave, especialmente en consumos con altos requerimientos energéticos que, por tanto, son difícilmente electrificables, como procesos industriales o transporte pesado. Además, nuestro plan estratégico Energía26 contempla importantes inversiones para reemplazar el gas fósil por gas renovable, y recientemente hemos visto que esta apuesta está también en los planes de grandes energéticas y fondos de inversión.
¿Considera estratégica la necesidad de reducir el consumo energético entre las empresas sector industrial?
Según el IDAE, el sector de la industria ha sido el mayor consumidor de energía en España, pero las medidas de eficiencia y ahorro puestas en práctica desde los años 70, además de la mejora de procesos industriales gracias a la tecnología, ha hecho que el transporte desbanque a la industria.
Aún así, el sector industrial es el responsable del 31% del consumo de energía de nuestro país, concentrando sectores con fuerte necesidad energética, como la metalurgia, la industria química o la alimentación. Dentro de este abanico, hay sectores con más dependencia de la electricidad o del gas.
La dificultad es que, con los modelos productivos y las características energéticas de cada una de estas fuentes, es inviable un reemplazo directo en el corto plazo por fuentes renovables. Hemos visto a lo largo de las últimas décadas, que las inversiones en tecnología y el foco en conseguir eficiencia en el consumo da resultados sin afectar negativamente a su productividad.
Además, hoy en día está claro que las empresas necesitan mitigar los riesgos asociados con la volatilidad de los precios energéticos y la disponibilidad de fuentes de energía para asegurar su resiliencia ante los factores externos, manteniendo ventajas competitivas. Por tanto, creo que la reducción de consumo energético en el sector industrial no sólo es estratégico desde el punto de vista ambiental, sino que también puede tener beneficios económicos, operativos y de reputación significativos para las empresas.
¿A qué retos se enfrenta el sector tecnológico?
El sector tecnológico se ha convertido en la palanca estratégica para llevar a cabo esta transformación. Los principales retos, en mi opinión, tienen que ver con la ciberseguridad, la ética y la escasez de talento. Añadiría además la competencia global y la regulación cambiante, que puede distorsionar gravemente los modelos de rentabilidad de un sector que requiere de fuertes inversiones y una gran capacidad de innovación. Además, la industria tecnológica se está convirtiendo en uno de los sectores con mayor incremento en consumo energético, por lo que debe incluir en sus prioridades las medidas de eficiencia y sostenibilidad.
¿Y el sector industrial?
Como he comentado antes, el sector industrial tiene un reto crucial en la adaptación de sus procesos a los cambios necesarios en la forma en que se produce y utiliza la energía. En mi opinión, uno de los grandes cambios tiene que ver con la oportunidad que generan las energías renovables para convertir al consumidor en productor, y en este sentido, la industria se enfrenta al gran reto de la adaptación de las infraestructuras y a las necesidades de tecnologías innovadoras. No dejaré de lado la gestión de nuevos residuos, que puede modificar esquemas productivos.