Articulo
06 mayo 2025

Ciudad 5.0: hacia un modelo urbano más sostenible, digital y centrado en el ciudadano

La transformación urbana ya no se mide solo por el despliegue tecnológico, sino por la capacidad de las ciudades para construir modelos sostenibles, eficientes y centrados en las personas. Afrontar este cambio implica repensar la cultura organizativa, superar barreras normativas, gestionar el dato con inteligencia y asegurar que la innovación llegue de forma real y escalable a todos los rincones del entorno urbano.

La sostenibilidad urbana, la eficiencia energética y la calidad de vida de los ciudadanos dependen cada vez más de la capacidad de las ciudades para integrar de forma inteligente la tecnología en su funcionamiento diario. Sin embargo, este proceso de transformación se enfrenta a múltiples desafíos: barreras normativas, falta de interoperabilidad, escasez de talento técnico o resistencia al cambio siguen limitando el avance real hacia un modelo de ciudad más eficiente, digital y resiliente.

En este contexto, la Plataforma enerTIC.org celebró el desayuno-coloquio “Ciudad 5.0: impacto y oportunidades del uso de tecnologías habilitadoras en la sostenibilidad de las Smart Cities”, un espacio de encuentro en el que participaron representantes de administraciones locales, colegios profesionales y empresas asociadas para analizar, desde una visión estratégica y práctica, los retos y oportunidades de la digitalización como palanca para la sostenibilidad urbana.

Colaboración público-privada: de la teoría a los modelos aplicables

La colaboración público-privada (CPP) fue uno de los grandes ejes del coloquio, reconocida por todos los participantes como una herramienta necesaria para impulsar la sostenibilidad, la eficiencia operativa y la innovación en el ámbito urbano. No obstante, también se identificaron múltiples matices y desafíos asociados a su aplicación real. Desde la perspectiva de las administraciones públicas, las fórmulas de colaboración con empresas permiten acceder a conocimiento especializado, acelerar proyectos y dotarse de una visión estratégica difícil de generar internamente. Para las empresas, sin embargo, participar en procesos públicos implica a menudo exponer su experiencia sin garantías, asumir riesgos contractuales complejos y enfrentarse a procesos de licitación largos y restrictivos.

Entre las propuestas concretas, se destacó el potencial de mecanismos como las Consultas Preliminares al Mercado (CPM) y la Compra Pública de Innovación (CPI), que permiten a las administraciones identificar soluciones antes de redactar pliegos y explorar fórmulas más flexibles para incorporar tecnología avanzada. Sin embargo, también se planteó que la CPI no siempre logra escalar más allá de la fase piloto, lo que genera frustración tanto en el sector público como en el privado. Se remarcó que, para que estos modelos funcionen, deben ir acompañados de planificación estratégica, compromiso político y capacidades técnicas dentro de la propia administración.

Se abordó también el reto de diseñar modelos de colaboración estables, ágiles y transparentes, que eviten la percepción de favoritismos o intereses ocultos. En ese sentido, se valoró positivamente la participación de entidades neutrales —como colegios profesionales o clústeres tecnológicos— que puedan actuar como intermediarios técnicos en los procesos de diálogo. Asimismo, se puso en valor la necesidad de contar con espacios como el que ofrece la Plataforma enerTIC.org, donde empresas y administraciones puedan compartir inquietudes, explorar sinergias y generar confianza mutua antes de enfrentarse a procesos contractuales formales.

En conjunto, el coloquio evidenció que la colaboración público-privada sigue siendo un componente clave para la evolución de las ciudades inteligentes, pero que requiere repensar sus mecanismos, ganar en agilidad y diseñar nuevas fórmulas que respondan a la realidad de los proyectos tecnológicos urbanos. Solo desde una visión compartida y una gestión transparente será posible aprovechar todo su potencial transformador.

“Una ciudad inteligente no se define por su tecnología, sino por su capacidad de ponerla al servicio del bienestar ciudadano y la sostenibilidad.”

Barreras administrativas, contratación pública y gestión de fondos

Uno de los puntos donde se evidenció mayor consenso fue en las dificultades estructurales que impiden a las administraciones avanzar con agilidad en la implementación de soluciones tecnológicas. La rigidez de la Ley de Contratos del Sector Público (LCSP), el exceso de trámites burocráticos y la lentitud de los procesos de licitación fueron identificados como frenos significativos. Algunos participantes señalaron que, en ocasiones, los proyectos se ven literalmente “subastados” por fórmulas de adjudicación que priorizan únicamente el precio, sin valorar adecuadamente la calidad, la solvencia técnica o la capacidad de innovación.

Esta situación genera frustración tanto en el sector público como en el privado, especialmente cuando se trata de iniciativas que buscan mejorar la eficiencia energética, optimizar servicios urbanos o responder a retos de sostenibilidad. A menudo, la administración se ve obligada a operar con herramientas contractuales pensadas para otro tipo de servicios, lo que dificulta incorporar tecnología puntera con rapidez y seguridad. Esta tensión entre necesidad e inercia administrativa se acentúa en el caso de los ayuntamientos pequeños o medianos, que cuentan con plantillas reducidas y estructuras organizativas poco preparadas para gestionar proyectos de transformación digital.

Otro de los grandes retos abordados fue la gestión de los fondos europeos, que si bien representan una oportunidad única, también suponen una complejidad añadida para muchas entidades locales. La necesidad de cumplir plazos ajustados, justificar inversiones con precisión, gestionar la cofinanciación y compatibilizar todo ello con los procedimientos de contratación actuales ha generado bloqueos en más de una ocasión. Algunos asistentes expresaron que, en la práctica, hay ocasiones en las que es “literalmente imposible” cumplir los requisitos exigidos para justificar los fondos en tiempo y forma.

Frente a esta realidad, se puso de manifiesto la urgencia de actualizar marcos normativos, flexibilizar procedimientos y dotar a las administraciones de mayores capacidades internas para gestionar proyectos estratégicos. También se mencionó la necesidad de apostar por modelos que prioricen la calidad, la sostenibilidad y el impacto real de las soluciones implementadas, más allá del criterio estrictamente económico. Solo así será posible traducir las oportunidades de financiación e innovación en resultados concretos y duraderos para las ciudades.

“Sin una estrategia clara de gobernanza del dato, la digitalización corre el riesgo de generar islas de información sin valor real.”

Ciudad 5.0: Impacto y oportunidades del uso de tecnologías habilitadoras en la sostenibilidad de las Smart Cities

El coloquio sirvió de punto de encuentro en el que representantes de AAPP compartieron su visión sobre el futuro de las ciudades inteligentes, exponiendo los retos que afrontan en materia de sostenibilidad, digitalización y eficiencia urbana. Las empresas asociadas a enerTIC pudieron aportar su experiencia y proponer soluciones tecnológicas orientadas a mejorar la gestión de los servicios públicos, impulsar la interoperabilidad de los datos y avanzar hacia un modelo de ciudad más resiliente, eficiente y centrado en el ciudadano.

 

Tecnologías habilitadoras y condiciones para su adopción real

El potencial de las tecnologías habilitadoras para impulsar ciudades más eficientes, resilientes y sostenibles fue uno de los focos del coloquio. Sin embargo, todos los participantes coincidieron en que ese potencial solo se materializa si se dan las condiciones adecuadas para su adopción. Uno de los retos iniciales mencionados fue la escasez de datos útiles en muchos servicios municipales, lo que limita la capacidad de análisis, anticipación y toma de decisiones. En este sentido, se destacó la necesidad de digitalizar procesos desde su base para generar flujos de datos fiables y estructurados que realmente aporten valor a la gestión urbana.

Se debatió ampliamente sobre los modelos tecnológicos más adecuados para las administraciones locales, especialmente en lo relativo a la escalabilidad, la flexibilidad presupuestaria y la sostenibilidad de las soluciones. Los modelos «as a service», tanto en software como en algunos casos en hardware, se presentaron como una alternativa viable para evitar grandes inversiones iniciales. Sin embargo, también se señaló que este enfoque requiere un cambio de mentalidad en la planificación financiera pública, ya que implica pasar de la compra tradicional al alquiler o suscripción, lo que afecta directamente a los capítulos presupuestarios.

Otro punto clave fue la madurez de las soluciones tecnológicas disponibles. Se subrayó que muchas ciudades han implementado pilotos prometedores que luego no han podido escalar por falta de interoperabilidad, por costes ocultos o por falta de alineación con necesidades reales. La modularidad, tanto en hardware como en software, fue identificada como una característica deseable para facilitar la evolución progresiva de los sistemas, permitiendo incorporar nuevas funcionalidades o escalar los servicios sin rehacer infraestructuras completas.

En definitiva, se hizo un llamamiento a avanzar desde la fase exploratoria hacia una implementación más estratégica y sostenida, en la que las tecnologías habilitadoras no sean un fin en sí mismo, sino una herramienta integrada en una hoja de ruta urbana clara. Apostar por soluciones contrastadas, ajustadas al contexto local, que puedan mantenerse en el tiempo y evolucionar con flexibilidad, se consolidó como uno de los principios clave para avanzar hacia el modelo de ciudad 5.0.

“La ciberseguridad debe dejar de ser vista como un freno: es una condición habilitadora para avanzar con garantías.”

Con el apoyo de

Cultura organizativa, talento y cambio generacional en la administración

Uno de los desafíos transversales identificados durante el coloquio fue la necesidad de una transformación profunda en la cultura organizativa de las administraciones públicas. Varios representantes municipales coincidieron en que, más allá de la tecnología, el cambio debe empezar dentro de las propias instituciones, donde persisten dinámicas tradicionales que dificultan la innovación. La elevada media de edad del personal funcionario, la falta de formación técnica específica y la escasa experiencia en gestión de proyectos digitales condicionan la capacidad real de impulso y liderazgo en muchos ayuntamientos.

Se mencionó también la falta de tiempo como un problema estructural: los equipos técnicos a menudo están saturados con tareas operativas y no cuentan con margen para formarse, explorar nuevas soluciones o evaluar alternativas tecnológicas con criterio. Esta situación se agrava cuando la plantilla no incluye perfiles especializados en áreas clave como datos, interoperabilidad, ciberseguridad o inteligencia artificial. Sin el refuerzo adecuado, muchos proyectos corren el riesgo de depender exclusivamente de proveedores externos, lo que limita el control y la sostenibilidad a largo plazo.

La resistencia al cambio es otro factor crítico. Algunos asistentes reconocieron que existe un cierto miedo a lo desconocido dentro de la administración, especialmente cuando se plantea la automatización de procesos o la incorporación de inteligencia artificial. A ello se suma el freno que en ocasiones pueden suponer los propios sindicatos, preocupados por el impacto de estas tecnologías sobre las condiciones laborales. Para avanzar, se destacó la necesidad de trabajar desde la sensibilización, la formación continua y la implicación de los equipos desde las fases iniciales de los proyectos.

En este contexto, se consideró esencial que las relaciones de puestos de trabajo evolucionen para reflejar las nuevas competencias digitales y permitan incorporar nuevos perfiles profesionales. Se apeló también a una visión más integradora, donde los responsables públicos actúen como impulsores del cambio cultural necesario para adaptar las organizaciones a un entorno cada vez más digital, exigente y orientado al ciudadano. Sin este cambio interno, difícilmente se podrá aprovechar el potencial transformador de las tecnologías habilitadoras.

Con la participación de directivos de

“La rigidez administrativa y la falta de perfiles técnicos especializados siguen siendo frenos estructurales para la innovación pública.”

Gobierno del dato e interoperabilidad: piedra angular de la Smart City

Uno de los consensos más claros del coloquio fue la necesidad urgente de contar con una estrategia sólida de gobierno del dato en el ámbito municipal. No basta con disponer de sensores o sistemas digitales: lo verdaderamente transformador es convertir los datos en conocimiento útil para la toma de decisiones. En ese sentido, se insistió en que el esfuerzo de digitalización debe acompañarse de una planificación que defina cómo se recogen, almacenan, interpretan y comparten los datos, y que incluya principios de calidad, trazabilidad, seguridad y reutilización.

La interoperabilidad fue uno de los términos más repetidos a lo largo del debate. Los asistentes coincidieron en que el verdadero reto no es tecnológico, sino organizativo y normativo: distintos servicios municipales siguen funcionando como compartimentos estancos, y sus plataformas, sensores o soluciones verticales no están diseñadas para trabajar conjuntamente. Se puso de manifiesto la urgencia de exigir a los proveedores el cumplimiento de estándares abiertos, así como la necesidad de una codificación común que permita a todos los sistemas hablar el mismo lenguaje. El objetivo no es solo tener datos, sino que estos se integren de forma útil.

En ese contexto, se debatió el papel de las plataformas horizontales como una solución que permita integrar las distintas verticales (residuos, alumbrado, movilidad, seguridad, etc.) bajo una capa común de análisis y gestión. Estas plataformas no solo facilitan la interoperabilidad, sino que también permiten aplicar inteligencia a los datos, generar analítica avanzada y construir cuadros de mando transversales. Se mencionó que tecnologías como FIWARE han avanzado en esta dirección, aunque siguen presentando limitaciones de integración con soluciones ya existentes.

Por último, se subrayó la necesidad de garantizar la seguridad del dato en todas sus etapas. En este sentido, se recordó que tanto las administraciones como los proveedores deben estar certificados en el Esquema Nacional de Seguridad, y que los criterios de ciberseguridad deben estar presentes desde el diseño de cualquier proyecto. Una buena gobernanza del dato es hoy una condición indispensable para que las ciudades puedan avanzar hacia modelos verdaderamente inteligentes, eficientes y orientados al ciudadano.

“Las Smart Cities deben empezar por fases, con pasos valientes pero escalables, que puedan crecer de forma ordenada y sostenible.”

Ciberseguridad como garantía y freno al mismo tiempo

La ciberseguridad fue identificada como una de las dimensiones más críticas —y, al mismo tiempo, más delicadas— en la transformación digital de las ciudades. Si bien se reconoció que es imprescindible para garantizar la integridad de los sistemas, la privacidad de los ciudadanos y el cumplimiento normativo, también se señaló que el temor a los ciberataques, la complejidad de las exigencias legales y la falta de preparación técnica son barreras reales para muchos proyectos tecnológicos en el ámbito público.

El riesgo percibido en torno a la ciberseguridad ha llevado en algunos casos a paralizar iniciativas o a optar por soluciones menos eficientes por miedo a las posibles consecuencias de una brecha de seguridad. Los responsables públicos mencionaron el “miedo a los hackers” y el temor a sanciones derivadas del incumplimiento del Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), con multas que pueden ser muy elevadas. Este contexto genera un exceso de precaución que, si no se gestiona correctamente, puede frenar la innovación y la adopción de tecnologías necesarias.

Durante el coloquio se propusieron fórmulas de equilibrio, como mantener los datos sensibles en centros de procesamiento propios (on-premise) mientras se aprovechan servicios de análisis o inteligencia artificial en la nube, siempre bajo protocolos estrictos. También se hizo hincapié en la importancia de que tanto los ayuntamientos como los proveedores estén certificados en el ENS, y que esa certificación se exija de forma sistemática en los procesos de contratación. Aunque no existe la seguridad absoluta, contar con marcos normativos y mecanismos de verificación es un paso imprescindible para avanzar con garantías.

En última instancia, se subrayó que la ciberseguridad no debe ser vista como un freno, sino como una condición habilitadora más, que debe estar integrada desde el inicio en la concepción de los proyectos. Una buena estrategia de ciberseguridad permite generar confianza, proteger a los usuarios y asegurar la continuidad de los servicios, todo ello sin renunciar a la eficiencia ni a la innovación. El reto está en gestionarla con realismo, formación y responsabilidad compartida entre administraciones y proveedores.

“La interoperabilidad de los datos no es solo una necesidad técnica, es el pilar sobre el que se construye la eficiencia urbana.”

Visión estratégica: ciudad centrada en el ciudadano y crecimiento sostenible

A lo largo del coloquio quedó claro que la tecnología, por sí sola, no garantiza la transformación urbana. Lo verdaderamente relevante es contar con una visión estratégica clara, alineada con las necesidades reales de la ciudadanía y con los objetivos de sostenibilidad a largo plazo. En este sentido, varios participantes insistieron en que una Smart City no se define por la cantidad de sensores instalados, sino por la capacidad de sus responsables públicos para aplicar tecnología con sentido, pensando en el bienestar de las personas y en la eficiencia global del ecosistema urbano.

Se remarcó que el ciudadano debe ser el eje de toda planificación, y que cualquier avance tecnológico debe tener como fin último mejorar su calidad de vida. Desde facilitar la movilidad urbana hasta optimizar el uso de recursos energéticos o reducir tiempos de espera en la atención administrativa, los servicios inteligentes deben traducirse en beneficios tangibles. Asimismo, se puso sobre la mesa la necesidad de atender a colectivos vulnerables y de trabajar en reducir la brecha digital, especialmente entre las personas mayores.

Los representantes institucionales coincidieron en que las ciudades deben contar con un proyecto común de futuro, definido a través de planes estratégicos que ordenen las prioridades, articulen los proyectos y eviten la dispersión de esfuerzos. Esos planes deben ser flexibles, capaces de adaptarse a los cambios tecnológicos y a las circunstancias locales, pero deben existir como hoja de ruta compartida. Sin esa visión global, la implantación de tecnología corre el riesgo de ser puntual, poco integrada y sin impacto sostenible.

Por último, se destacó la importancia de empezar poco a poco, por fases, pero con pasos decididos y bien fundamentados. Se valoró la valentía de poner en marcha proyectos piloto que resuelvan cuellos de botella reales, pero también se advirtió sobre la necesidad de pensar en el escalado desde el principio. Solo así se podrán construir soluciones que puedan replicarse en otras ciudades y territorios, generando economías de escala, compartiendo aprendizajes y acelerando la transición hacia un nuevo modelo de ciudad más habitable, inclusiva y sostenible.

“El ciudadano debe ser el eje de toda estrategia urbana: solo así la tecnología puede convertirse en verdadera transformación.”

Conclusiones

El coloquio evidenció que la construcción de una ciudad verdaderamente inteligente y sostenible no depende exclusivamente de la tecnología disponible, sino de la capacidad de alinear estrategia, cultura organizativa, normativas, financiación y colaboración efectiva. La transformación urbana requiere visión, liderazgo y un marco operativo que permita avanzar sin quedar atrapado en la burocracia o el miedo al cambio.

Uno de los principales consensos fue la necesidad de impulsar una colaboración público-privada más ágil, transparente y basada en la confianza mutua. Mecanismos como la Compra Pública de Innovación o las Consultas Preliminares al Mercado pueden ser herramientas útiles, pero solo si se insertan en una estrategia clara y con capacidad de ejecución real.

También se subrayó la urgencia de superar barreras administrativas que hoy limitan el ritmo de innovación en las ciudades, y de repensar los procesos de contratación para priorizar el impacto, la interoperabilidad y la sostenibilidad de las soluciones. En paralelo, se identificó la importancia de fortalecer el talento público, adaptar las estructuras internas y promover una nueva cultura organizativa más receptiva a la digitalización.

Temas como el gobierno del dato, la ciberseguridad o la escalabilidad de proyectos fueron tratados como aspectos críticos que requieren planificación específica y mecanismos de control adecuados. Se insistió en que sin interoperabilidad ni garantías de seguridad no hay confianza, y sin confianza no hay transformación viable.

En definitiva, los participantes coincidieron en que el modelo de ciudad 5.0 debe ser un proyecto de largo recorrido, pero que empieza en decisiones concretas del presente. Invertir en planificación, en capacidades internas y en la colaboración entre actores es el camino para hacer realidad ciudades más eficientes, resilientes y centradas en el ciudadano.

Retos identificados

Durante el coloquio se identificaron diversos retos que condicionan la evolución de las ciudades hacia modelos más eficientes, sostenibles y centrados en el ciudadano. Estos desafíos, abordados desde diferentes perspectivas institucionales y empresariales, reflejan la necesidad de transformar las estructuras administrativas, adoptar nuevas formas de colaboración e integrar la tecnología de manera estratégica para alcanzar los objetivos de eficiencia energética y sostenibilidad. Entre los principales retos destacados por los participantes, cabe señalar los siguientes:

  • Falta de una estrategia clara de gobierno del dato e interoperabilidad: La ausencia de estructuras organizadas y estándares comunes limita el aprovechamiento del dato como base para la eficiencia operativa y la toma de decisiones en las ciudades.
  • Rigidez normativa y burocrática en los procesos de contratación: La Ley de Contratos del Sector Público, junto con la lentitud administrativa, dificulta la implantación de soluciones innovadoras y sostenibles a través de modelos colaborativos.
  • Dificultad para escalar pilotos y convertirlos en proyectos sostenibles: Muchas iniciativas tecnológicas se estancan en fases de prueba sin alcanzar un despliegue real y eficiente, lo que limita su impacto y sostenibilidad.
  • Escasez de recursos y capacidades internas para liderar la transformación: La falta de perfiles técnicos especializados y de tiempo para la formación impide que las administraciones locales asuman un papel activo en los procesos de digitalización.
  • Miedo e incertidumbre en torno a la ciberseguridad y la gestión de datos: La preocupación por la seguridad de los sistemas y el cumplimiento normativo frena el avance de proyectos clave en eficiencia y gestión inteligente.
  • Desalineación entre objetivos tecnológicos y visión estratégica de ciudad: La implementación de tecnología sin un plan urbano integrador puede generar soluciones aisladas que no responden al objetivo común de sostenibilidad y eficiencia.

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