¿Estamos hoy en un momento clave para la transición energética? ¿Qué papel juegan las compañías energéticas tradicionales en esa transición energética?
La transición energética avanza globalmente a distintas velocidades, condicionada por las necesidades de crecimiento y recursos naturales disponibles de cada economía. En Europa, por su coyuntura de dependencia energética, se ha erigido en adalid de esta gran transformación de modelo, estableciendo ambiciosos objetivos alrededor de la electrificación y la descarbonización. Tanto es así que se ha convertido de igual modo en un fin y en un medio, impulsando importantes sectores de nuestra economía. Desde que en 2016 comenzó la andadura hacia la neutralidad climática europea, a la que aspiramos en 2050, se ha pasado y se seguirá pasando por muchos momentos determinantes.
Las reformas y coordinación de los mercados eléctricos, la reducción de precios de las tecnologías renovables o las ayudas a la electrificación de la demanda, han estado encaminadas a la integración de la demanda en todos los mercados, la ampliación y modernización de las redes, el crecimiento del almacenamiento de energía o la electrificación de la movilidad. Resulta natural, en cada paso de este proceso, tener la sensación de estar siempre encarando el cambio definitivo que acelerará la transición. Pero la verdad es que cada decisión condiciona el futuro y cada momento se torna clave.
En nuestro país, y en el momento actual, el mayor reto al que nos enfrentamos es la urgente necesidad de ampliación de la infraestructura de distribución eléctrica, que en este momento frena el avance de la electrificación. Alrededor de 60GW de nueva demanda eléctrica están pendientes de acceso a red. Si no se amplía la capacidad de la red, no podrá conectarse dicha demanda ni tampoco la nueva generación, prioritariamente renovable, que la satisfaga. Al margen de la pérdida de PIB que esto supone para un país, constituye un freno a la transición que urge desbloquear. De forma conjunta e indivisible a esta ampliación resultará clave también asegurar que dichas inversiones, que pagamos todos en nuestras tarifas, estén optimizadas al máximo, incorporando mecanismos de flexibilidad que permitan maximizar la utilización de la infraestructura de red. Es el caso de las conexiones flexibles, la flexibilidad de la demanda y la adopción de almacenamiento de energía. Sería un error no aprovechar la nueva inversión en redes para que estos mecanismos de flexibilidad no formen parte del diseño desde el inicio. No solo cuando se opere dicha red, sino en su fase de planificación, momento en el que se deben contratar y establecer todos los mecanismos de flexibilidad.
En este momento decisivo, las compañías energéticas tradicionales juegan un papel destacado, tanto en la planificación de la red como en el desarrollo de nueva generación renovable. Y, por supuesto, ofreciendo nuevos servicios energéticos a la demanda que les permita aportar su flexibilidad al sistema. Toda la cadena debe estar implicada en la transición. Pero si tuviera que destacar un papel por encima del resto en los próximos años sería el de la Administración, que se enfrenta a decisiones regulatorias que condicionarán la transición energética en nuestro país. Creo que en este sentido debemos unir fuerzas con el resto de países de la Unión Europea y converger en un modelo único totalmente armonizado.
¿A qué retos se enfrenta el sector tecnológico? ¿Y el sector industrial?
El sector tecnológico, más en concreto el sector de las TIC, se enfrenta a una revolución sin precedentes derivada de la integración de la inteligencia artificial en todos sus procesos, ya sean internos o de sus clientes. El crecimiento de los centros de datos y su derivada necesidad de comunicaciones está elevando el consumo energético hasta situarse a niveles de procesos industriales, convergiendo ambos sectores ante el reto del suministro de energía. En el contexto de la transición energética, dicho reto se acentúa con la dificultad de que dicha energía provenga de fuentes renovables, con un suministro firme y a un precio competitivo. Por tanto, tecnológicas, industria y sector energético se encuentran ante la necesidad de nuevas conexiones, mayor capacidad de las redes y más generación renovable que permita avanzar a dichos sectores, pero en la senda de objetivos marcada por Europa.
¿Cómo se puede lograr un despliegue eficiente de las tecnologías?
El cuello de botella que existe actualmente en las redes se va a desbloquear. Eso es indudable. El riesgo radica en cuándo se va a liberar la inversión necesaria. Aún en el caso de que se lleguen a los acuerdos necesarios relativos a la retribución de las redes de distribución, cosa que se espera de forma inminente, supondría solo el punto de partida. La inversión va a tardar en convertirse en nuevas redes y nuevas conexiones. Adicionalmente, la espera y la acumulación de solicitudes de conexión, de demanda y de generación existente va a generar un volumen muy alto de despliegues al mismo tiempo y de forma sostenida. En este contexto de exigencia de despliegue de tecnologías en dichas redes, como tecnologías de operación y sensorización de la baja tensión, centros de transformación inteligentes, gemelos digitales, IA, previsión de la demanda, o gestión de flexibilidad, no habrá tiempo para una maduración sostenida de las mismas. Si no queremos perder la oportunidad de construir verdaderas redes inteligentes, todas las tecnologías deberán estar suficientemente probadas en entornos productivos reales de forma previa. Para ello van a ser claves todas las iniciativas europeas de ayudas al I+D+i, como los programas Horizon Europe (2021-2027) y las ayudas provenientes de los Fondos de Recuperación, canalizadas a través del IDEA y del CDTI. El ecosistema de innovación europeo y nacional es una de las piezas clave para asegurar el despliegue eficiente de la tecnología que habilita la transición energética. Desde el grupo Indra, del que Minsait forma parte, tenemos clara la importancia de la innovación en los sectores clave de nuestra economía. Por eso participamos en estos programas de forma muy activa, además de realizar nuestras propias inversiones en I+D+i que ascienden al 8,8% de las ventas, demostrando un fuerte compromiso con nuestro país.
¿Considera que se puede mejorar la posición competitiva de las organizaciones con la implantación de tecnologías de la información y las comunicaciones?
Indudablemente. La mejora de la competitividad de las organizaciones es la razón de ser de las tecnologías de la información y las comunicaciones. El eléctrico es un sector crítico y altamente regulado que, en el contexto de la transición energética, resulta más complejo por factores como la distribución de la generación, los flujos bidireccionales de energía o la participación de la demanda en todos los mercados. Por ello, la digitalización de las redes es el único camino. La convergencia de tecnologías IT y OT logrará no solo permitir unos crecimientos tan acelerados como los ya aludidos. También permitirá generar como país el conocimiento y el desarrollo de una industria que podremos exportar globalmente. La integración de nuevas tecnologías, y el hecho de poder exportarlas, reducirá los costes operativos unitarios de nuestras empresas y mejorará su competitividad.
¿Cómo le gustaría ver a España, energéticamente hablando, en el año 2030?
Los objetivos del PNIEC en términos de uso de energía renovable superan las ambiciones europeas y pueden resultar difíciles de alcanzar. Más aún siendo conocedores de problemas locales como los ya comentados de congestión en el acceso a la red. Siempre hay que ser exigentes y ambiciosos en los objetivos, pero ya los que se marcaban desde Europa eran suficientemente exigentes. El seguimiento del mix renovable sobre el total de energía consumida en Europa indica que alcanzar el 45% en 2030 supondrá un gran reto. Proyectando este KPI, que hemos ido mejorando aproximadamente un 1% anual, llegaríamos al 35% en 2030 (10 puntos por debajo del objetivo). Para lograr un aumento exponencial que nos permita alcanzar el 45% comprometido en 2030, será necesario desbloquear inversiones masivas en infraestructura de red antes de 2027, con el objetivo de que sea capaz de equilibrar el apetito de electrificación de la industria con la nueva capacidad renovable que se instalará. Siendo sinceros, creemos que nos situaremos en un punto intermedio entre la proyección actual y el objetivo, en torno al 38%. Alcanzar dicho objetivo sería un éxito, dando por descontado que sería manteniendo la resiliencia del sistema con la modificación de los procedimientos de operación. Además, hay que contar con todos los mecanismos de flexibilidad implantados por defecto en la gestión de las nuevas redes de distribución, para lo que hay que modificar la regulación con el fin de permitir conexiones flexibles y el acceso a la demanda dando servicios de estabilidad de red.








