¿Esta España preparada para para cumplir con los retos del Horizonte 2030?
El primer requisito para abordar los retos a los que nos enfrentamos en un horizonte 2030 es tenerlos identificados. Afortunadamente, España cuenta con un Plan de acción para la implementación de la agenda 2030, que ha convertido en un eje transversal de las políticas del país. A modo de ejemplo, el Proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado 2030 viene acompañado de un exhaustivo análisis de su contribución a los retos y objetivos de desarrollo sostenible en el horizonte 2030.
Adicionalmente a este marco global, en los ámbitos de digitalización y sostenibilidad, contamos con el Plan España Digital 2025, una agenda que pretende impulsar la transformación digital del país como una de las palancas para reactivar la economía, reducir la desigualdad y mejorar la productividad del país; y con el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030, que fija las políticas y medidas a 2030 en política energética para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, mejorar la eficiencia energética de la economía e incrementar la penetración de energías renovables. Recientemente la Comisión Europea publicó su evaluación de los Planes de Energía y Clima de los Estados Miembro de la UE, en la que indicó que, en el caso de España, el plan es una sólida base para el desarrollo del plan de recuperación.
Pero no es suficiente con un marco estratégico y unas políticas alineadas, sino que se necesita la corresponsabilidad y complicidad del sector privado, así como las capacidades humanas, de conocimiento, técnicas e incluso de inversión para implementar los cambios necesarios. En este sentido, las aportaciones y propuestas realizadas por sociedad civil, asociaciones empresariales y distintos agentes económicos y sociales de cara a la elaboración de un plan de recuperación demuestran el amplio consenso en nuestro país del papel central que deben jugar la transición ecológica y la transformación digital en esa recuperación.
Tiene sentido, además, si analizamos los distintos sectores de nuestra economía, ya nos encontramos con que los sectores económicos e industriales de nuestro país están preparadas para este reto: En energías renovables, España ya fabrica el 90% de componentes necesarios para los aerogeneradores y más del 60% de los componentes necesarios en la operación de proyectos de energía solar, mientras que en electrificación, hasta el 90% de los bienes de equipo y electrónica de potencia son de fabricación nacional, lo cual nos hace especialmente competitivos en infraestructura de recarga de vehículo eléctrico o digitalización de redes o procesos productivos. Por su parte, tenemos un importante sector de la construcción capaz de reorientarse hacia la rehabilitación energética de edificios, como ya ha venido pasando en algunas Comunidades Autónomas, que ya lideran en este ámbito. Además, sectores tan relevantes en el PIB de nuestro país, como son el Turismo o la industria de la Automoción, tienen también un papel clave que jugar. La orientación a la sostenibilidad permite adecuar la actividad de estos sectores a las crecientes demandas de los mercados de exportación y mantener su competitividad.
Por todo ello, España cuenta con los mimbres para abordar los retos a 2030, si bien tenemos que ser capaces de mantener un nivel de diálogo y colaboración constante entre sector público y privado, pero también entre distintos ámbitos del sector privado, para alinear y hacer efectivos los cambios necesarios.
El principal foco de interés de los Smart Buildings (por ejemplo) es la eficiencia energética. ¿Qué aporta la tecnología en este sentido?
En el ámbito de la edificación, la digitalización y la tecnología tienen un papel cada vez más relevante con carácter general, pero especialmente pensando en la eficiencia energética. No es casualidad que en el ámbito europeo, sea en el marco de la Directiva de Eficiencia Energética en Edificios que se ha introducido por primera vez con carácter normativo el concepto de “inteligencia”: se crea el “indicador de preparación para aplicaciones inteligentes”, o Smart Readiness Indicator, que indica cómo de preparado está el edificio para la implementación de soluciones tecnológicas.
Las aplicaciones concretas de la tecnología para la eficiencia energética en este ámbito incluyen desde la monitorización y control de los consumos energéticos, por ejemplo, en los sistemas de climatización, a su integración en el funcionamiento de los propios elementos estructurales del edificio: control automatizado de ventanas para aprovechar la ventilación natural o de persianas o elementos de protección solar para controlar la incidencia de luz y calor sobre el edificio.
Pero no es solo en el propio control del edificio donde se encuentra la “inteligencia”. También es clave cómo la tecnología puede ayudar a tomar decisiones: disponer de la información de consumo energético, temperatura y luz solar, por ejemplo, desde un dispositivo móvil, y poder controlar los parámetros también de forma remota, permite que los usuarios se impliquen de forma más activa en la gestión eficiente del edificio. Pero se puede ir más allá, con decisiones automatizadas en base a los distintos parámetros (temperatura actual, previsiones meteorológicas para el día o la semana, utilización actual y prevista del edificio, etc), que el propio sistema puede perfeccionar “aprendiendo” en base al uso de datos históricos.
Para aprovechar adecuadamente estas oportunidades, además de la existencia de productos sencillos, comprensibles y fáciles de incorporar en los edificios, el marco normativo las tenga en cuenta de forma adecuada. Por ejemplo, el Certificado de Eficiencia Energética de los edificios debe ser capaz de reconocer el valor añadido en términos de eficiencia que suponen, por ejemplo, soluciones de climatización pasiva o sistemas de monitorización y control. Es uno de los grandes retos en el ámbito técnico y normativo que pretendemos abordar en esta etapa.
¿En qué situación de concienciación se encuentran las empresas españolas en materia de eficiencia energética?
En un entorno cada vez más competitivo, donde además el factor de responsabilidad empresarial y de sostenibilidad está adquiriendo más importancia (tanto de cara a los clientes como a los inversores y capacidades de financiación), las empresas son cada vez más conscientes de la importancia de la eficiencia energética como instrumento para reducir costes operativos y mejorar sus “credenciales verdes”.
Aun así, a pesar de este reconocimiento general, sigue siendo un reto el conseguir que las empresas realmente aprovechen las oportunidades que supone, especialmente en el ámbito de las PYMES, donde las posibilidades de inversión en eficiencia están reñidas con otras necesidades del negocio.
En respuesta a este reto, cada vez tomando más relevancia soluciones globales de servicios energéticos, donde es una empresa externa la que asume la inversión y una parte relevante del riesgo asociado, para ofrecer servicios integrales, que pueden incluir mejoras en digitalización, instalación de sistemas de autoconsumo, mejora de la eficiencia energética e incluso mejora de la movilidad de la empresa.
En todo caso, necesario continuar profundizando en el conocimiento y concienciación de las empresas, y desarrollando productos atractivos de este tipo para asegurar que las inversiones se llevan a cabo.
¿Qué acciones desarrolladas recientemente por su organización considera más relevantes en materia de Eficiencia Energética? ¿Qué papel han tenido las TIC? ¿Cuáles considera son las tendencias de más relevancia en este ámbito?
En IDAE la eficiencia energética es uno de los pilares básicos de nuestra actividad. Además de acciones de difusión y sensibilización, desde la elaboración de guías técnicas para ámbitos tan diversos en el campo de la eficiencia energética como la edificación sostenible o la movilidad sostenible al trabajo, hemos llevado a cabo actuaciones de planificación estratégica, marco normativo y apoyo a la inversión para impulsar la eficiencia.
Destaca, por ejemplo, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 en el que IDAE, como parte del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, ha sido uno de los participantes clave. Una de las cinco “dimensiones” de este Plan es la Eficiencia Energética, que cuenta con 17 medidas concretas que deberemos implementar como país durante la próxima década.
En el ámbito normativo, recientemente hemos participado en la propuesta de modificación de diversas normativas, donde destaca el Código Técnico de la Edificación, que está en proceso de actualización para incorporar en los edificios la generación de energía renovable eléctrica y la infraestructura de recarga de vehículos eléctricos.
También hemos abordado distintos mecanismos de apoyo a la inversión en eficiencia. Como Entidad Pública Empresarial, estamos valorando invertir y financiar en mecanismos innovadores para la eficiencia energética, por ejemplo, ligados a la creación de comunidades energéticas en que los particulares y las comunidades de propietarios se organizan para impulsar de forma conjunta inversiones que mejoren la eficiencia de sus edificios.
Además, estamos impulsando varias líneas de ayuda, como el PREE (Programa de Rehabilitación Energética de Edificios), dotado con 300 millones de euros, que subvenciona la mejora de la eficiencia energética en edificios residenciales y de servicios y que incluye entre sus medidas las inversiones en digitalización; el programa MOVES de movilidad eficiente y sostenible, dotado para 2020 con 100 millones de euros y que incluye la adquisición de vehículos eléctricos, la infraestructura de recarga o la adaptación de las ciudades a las nuevas necesidades de movilidad; y el programa de Eficiencia Energética en la Industria, dotado con 307 millones de euros, y que ya ha permitido a PYMES y grandes empresas del sector industrial invertir en actuaciones que mejoren su eficiencia, desde sustituciones de maquinaria o alumbrado a la incorporación de nuevos procesos industriales innovadores.
¿Cómo le gustaría ver a España, energéticamente hablando, en el año 2030?
La foto de España en 2030 a nivel energético que confío en ver es la que dibuja el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, que hemos aprobado y estamos trabajando intensamente para implementar.
Se trata de un país que estará en la senda para llegar a la neutralidad climática en 2050, con ciudades más limpias y respirables, ya que todos los municipios de más de 50.000 habitantes contarán con zonas de bajas emisiones y una mayor apuesta por la movilidad a pie y en bicicleta. Será también un país con una movilidad más electrificada, con al menos 5 millones de vehículos eléctricos que no solo evitarán emisiones, sino que ayudarán a gestionar el sistema eléctrico cuando estén conectados y cargándose.
Será un país más eficiente, cuya economía dependerá menos de la importación de combustibles fósiles y donde las empresas, al ahorrar energía mediante la eficiencia energética, tendrán mayor capacidad de ser más competitivas y de movilizar nuevas inversiones.
Un país donde el sistema eléctrico será la menos un 74% renovable, lo cual significará que muchas horas del año habrá “excesos” importantes de generación renovable, que contarán con sistemas de almacenamiento y de gestión de la demanda para absorber adecuadamente. Además, una parte significativa de la generación renovable no será en grandes plantas, sino que estará distribuida en tejados y en entornos urbanos, y que contribuirá a que la ciudadanía sea una parte central del sistema energético.
Una parte de esta energía renovable irá a la fabricación de un vector energético clave, el hidrógeno renovable, que servirá tanto para almacenar energía como materia prima para la industria, desplazando otras fuentes más contaminantes y contribuyendo a la descarbonización.
En definitiva, cuento con que España será un país que habrá “hecho sus deberes” a nivel energético y climático, lo que le habrá permitido reforzar su economía y estar en buenas condiciones para afrontar los retos que nos deparen las décadas venideras.