La electricidad que llega a los hogares proviene de un mix de muchas fuentes: eólica, solar, hidráulica, nuclear, fósiles… Como cada fuente tiene su precio, se debe
establecer una manera para fijar el valor del kWh que se reflejará en la factura.
En el mercado Europeo, la estrategia escogida es que se paga todo al precio de la más cara. Por hacer un símil, es como si hay que dar de comer a 100 personas con 3 menús distintos: uno de sándwich por 5€, uno de paella por 15€ y uno de marisco por 50€. Supongamos que hoy sólo nos ha dado tiempo de preparar 80 menús de sándwich, 19 de paella y uno de marisco. Resulta que pagaremos los 100 menús a 50€, haciendo un total de 5.000€.
Los cáterings de sándwiches y paellas han recibido 45€ y 35€ más por menú, respectivamente. Esto es lo que se conoce como beneficios caídos del cielo. En el mix energético, la electricidad proveniente del gas es la más cara y siempre se sirve parte de ésta. Por lo tanto, el gas, que es sólo una quinta parte del mix, fija todo el
precio de la factura de la luz. El mecanismo lo que busca es recolectar dinero de todos los consumidores y dárselo directamente a las empresas de ciclo combinado (las que queman gas) para que puedan mantener sus márgenes sin subir el precio al que venden la electricidad evitando que esa subida se propague al resto de kWh generados por el resto del parque energético.
Hasta aquí suena bastante razonable, pero la realidad es que presenta un par de problemas. El primero de ellos, es que cuando de forma artificial restringes la subida de precios, lo que haces es fomentar la escasez. Os invito a visualizar una excelente clase del profesor Huerta de Soto en youtube donde se explica magistralmente.
El segundo, es que no ataca a la raíz: los beneficios caídos del cielo. Algunos economistas defienden que se debe mantener esa estrategia ya que fomenta que los
productores de energía sean más eficientes. Si todas las manzanas en una frutería se venden al precio de la más cara, los productores de manzanas buscarán ser tan
eficientes o más como el más eficiente de ellos, para poder sacar todo el jugo al margen.
Sin embargo, creo que en el caso de la generación eléctrica no acaba de aplicar esta lógica de mercado. Si bien es cierto que el output es el mismo, un kWh de energía, y es fungible, son intercambiables e indistinguibles entre sí, la tecnología que los ha generado es tan diferente que conceptualmente los podríamos tratar como productos distintos.
Volviendo al ejemplo de los menús: todos alimentan y sacian el hambre pero no son exactamente lo mismo. Para preparar un sandwich se usan menos utensilios que para una paella, y para la paella utensilios diferentes que para el marisco. También, el personal no es el mismo ni tampoco la velocidad con la que eres capaz de sacar menús o la dificultad que tiene arrancar un negocio de catéring de ese tipo.
Entonces, el sistema no está empujando para que cada cátering se vuelva más eficiente, si no para que cambien de negocio o abran uno en paralelo de sándwiches.
Esta decisión de inversión es mucho más compleja que invertir en mejoras incrementales. Lo es más por los importes asociados, que son estratosféricos, y por
todo el nuevo know-how e infraestructura operativa que se debe adquirir. A esto se le junta que el cátering de marisco ya gana el margen que desea sobre su
menú y sabe, por las condiciones del mercado, que los otros dos no son capaces de satisfacer a los 100 comensales sin él.
Así, el player más caro, la central de gas, no tiene ninguna necesidad de mejorar ya que su posición no se ve amenazada por ninguna otra generadora. La estrategia de pagar el precio más caro de la energía condena a los consumidores al yugo de un sólo decisor.
Ya pueden irse abaratando el resto y ya podemos ir pagando peajes que seguiremos comiendo sándwiches a precio de marisco.