Desde su perspectiva, ¿quién está impulsando más el cambio en sostenibilidad, las políticas, el mercado o la tecnología? ¿Cuáles son los mayores obstáculos?
Desde mi perspectiva, el cambio en sostenibilidad está siendo impulsado por una combinación de factores, pero si tuviera que priorizar, diría que la tecnología es el catalizador más decisivo. Las políticas establecen el marco normativo y las metas globales, y el mercado responde con presión competitiva y expectativas de los consumidores, pero es la tecnología la que convierte esas aspiraciones en soluciones tangibles. Sin innovación tecnológica, las regulaciones se quedarían en papel y las demandas del mercado en buenas intenciones.
Ahora bien, los mayores obstáculos no son tecnológicos, sino culturales y financieros. El primero es la resistencia al cambio. Muchas organizaciones siguen viendo la sostenibilidad como un coste y no como una inversión estratégica. Esto frena la adopción de soluciones innovadoras y limita la velocidad de transformación. El segundo gran obstáculo es la falta de talento especializado.
Finalmente, el acceso a financiación para proyectos sostenibles sigue siendo un reto, especialmente para pymes que no cuentan con los recursos de grandes corporaciones.
Red.es siempre ha tenido en cuenta estas dificultades para intentar superarlas. Hace años, iniciamos la digitalización de las pymes por medio de Kit Digital y, más reciente, de Kit Consulting ofreciéndoles el apoyo económico necesario, pero también acompañamiento y asesoramiento, precisamente para que no se quedasen atrás respecto a las grandes empresas, pero también para romper el miedo o la incertidumbre que muchas pymes tenían con las nuevas tecnologías. Respecto a la falta de talento especializado, hemos puesto en marcha iniciativas de talento digital que pretenden formar a técnicos o especialistas tic, como la iniciativa “Construyendo la generación IA” de Generación D, para potenciar la investigación con tecnologías disruptivas y atraer y retener talento digital.
¿Qué proyecto reciente de su organización considera más innovador en eficiencia energética? ¿Qué papel desempeñaron las tecnologías y la colaboración entre sectores en su éxito?
La digitalización y la eficiencia energética están estrechamente vinculadas, ya que cualquier proyecto orientado a la transformación digital impacta, en mayor o menor medida, en el consumo y la optimización de recursos energéticos. En este sentido, Red.es impulsa proyectos de digitalización que implican un avance paralelo hacia una mayor eficiencia energética.
Pero si queremos ceñirnos a alguno especialmente eficiente elijo los proyectos de ciudades y territorios inteligentes. Estas iniciativas se pusieron en marcha en 2014, se han desarrollado hacia cinco convocatorias dirigidas a las entidades locales, que han permitido desarrollar casi 60 proyectos, movilizando 200M€ hacia soluciones smart. Esto ha mejorado la sostenibilidad de las ciudades, la calidad de vida de los ciudadanos y la eficiencia de los recursos públicos de los ayuntamientos, inclusive los energéticos. Para seguir impulsando mejoras como estas, ahora trabajamos en la dimensión Smart Economy con una nueva convocatoria de más de 87 millones de euros, RedCyTI.
En 2030, ¿cómo le gustaría ver a España en términos de competitividad y sostenibilidad energética? ¿Qué rol deberían tener las empresas y las instituciones en alcanzar este objetivo?
Me gustaría ver a España posicionada como un referente europeo en competitividad y sostenibilidad energética, combinando innovación tecnológica con una transición ordenada hacia fuentes limpias. Esto implica no solo cumplir con los objetivos de descarbonización, sino convertirlos en una ventaja estratégica para atraer inversión, generar empleo cualificado y fortalecer la industria nacional. España tiene activos únicos: una capacidad renovable sobresaliente, infraestructuras avanzadas y un ecosistema empresarial dinámico.
En términos de competitividad, el reto no es únicamente producir energía verde, sino hacerlo de manera rentable y flexible. Aquí la digitalización juega un papel esencial: sistemas basados en inteligencia artificial para optimizar la demanda, plataformas de datos para la trazabilidad energética y soluciones que permitan a las empresas reducir costes sin comprometer la sostenibilidad. Si España logra liderar en estas áreas, no solo reducirá su dependencia energética, sino que se convertirá en un hub tecnológico para Europa.
Respecto al papel de las empresas, su responsabilidad va más allá de cumplir normativas. Deben asumir un rol proactivo en la innovación, invirtiendo en tecnologías disruptivas y colaborando en proyectos que integren sostenibilidad con rentabilidad.
Las compañías tecnológicas, por ejemplo, pueden acelerar la transición mediante soluciones digitales para monitorización, predicción y optimización de consumos. Las grandes corporaciones deben liderar con proyectos tractores, mientras que las pymes necesitan apoyo para incorporar herramientas que les permitan ser competitivas en un mercado cada vez más exigente.
Las instituciones, por su parte, tienen que garantizar un marco regulatorio, impulsar la inversión en renovables y digitalización, y fomentar la colaboración público-privada. En este sentido, quiero recordar que una gran parte de los fondos europeos PRTR asignados a España se han destinado a la transición ecológica y energía y digitalización, por lo que el compromiso del gobierno es claro y creo que podemos alcanzar esos objetivos para 2030.
¿De qué manera la tecnología y la automatización de base tecnológica están impulsando la eficiencia energética en el sector industrial y de movilidad?
La tecnología y la automatización están transformando la eficiencia energética en el sector industrial y de movilidad de manera profunda, convirtiéndose en un pilar estratégico para reducir costes, mejorar la competitividad y cumplir con los objetivos de sostenibilidad.
En la industria, la digitalización permite monitorizar en tiempo real el consumo energético, identificar ineficiencias y optimizar procesos mediante sistemas inteligentes. Las fábricas conectadas, impulsadas por IoT (Internet of Things), recopilan datos de cada máquina y línea de producción, lo que facilita ajustes automáticos para minimizar el desperdicio energético. Además, la integración de algoritmos de inteligencia artificial permite predecir patrones de consumo y anticipar necesidades, evitando picos de demanda y reduciendo la dependencia de fuentes menos sostenibles.
La automatización avanzada también está impulsando la eficiencia mediante la robotización y el control autónomo de procesos. Robots colaborativos y sistemas automatizados no solo mejoran la productividad, sino que operan con una precisión que reduce el uso innecesario de energía. Por ejemplo, en sectores como la automoción, la fabricación inteligente ajusta la velocidad y la potencia de las líneas según la carga de trabajo, evitando consumos excesivos. Asimismo, el mantenimiento predictivo, basado en análisis de datos, evita paradas inesperadas y optimiza el rendimiento energético de los equipos, prolongando su vida útil y reduciendo el impacto ambiental.
En el ámbito de la movilidad, la tecnología está redefiniendo el concepto de eficiencia energética. Los vehículos eléctricos son el ejemplo más visible, pero detrás de ellos hay sistemas inteligentes que gestionan la carga, optimizan rutas y equilibran la demanda en redes eléctricas. Plataformas digitales permiten coordinar flotas, reducir kilómetros innecesarios y aprovechar al máximo la autonomía de cada vehículo.
En definitiva, la automatización y la digitalización no son tendencias pasajeras, sino herramientas esenciales para construir un modelo industrial y de movilidad más resiliente, rentable y alineado con los compromisos climáticos globales.
¿Qué impacto tienen las tecnologías de smart cities en la mejora de la sostenibilidad urbana? ¿Cuáles son los principales retos para las administraciones públicas?
Las tecnologías aplicadas a las smart cities están teniendo un impacto decisivo en la sostenibilidad urbana, porque permiten gestionar recursos de manera más eficiente, reducir emisiones y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, como antes he indicado.
Estas soluciones integran sensores, plataformas de datos y sistemas inteligentes para optimizar el uso de energía, agua, transporte y residuos. Por ejemplo, la gestión inteligente del tráfico mediante semáforos adaptativos y análisis predictivo reduce la congestión y, con ello, las emisiones de CO₂. Otro ejemplo, es con la iluminación pública conectada que ajusta su intensidad según la presencia de personas, disminuyendo el consumo energético sin comprometer la seguridad.
Especialmente importante es la aplicación de las TIC en la gestión de los residuos y el agua, pues hablamos de recoger sólo los contenedores llenos evitando desplazamientos o de sistemas de monitorización que pueden detectar fugas en tiempo real, evitando pérdidas y optimizando el uso de un recurso crítico.
A todo ello, se añade la renovación de edificios integrando energías renovables, disminuyendo su consumo o incluso con autosuficiencia energética y elementos que mejoren su sostenibilidad y resiliencia, como sistemas de aislamiento térmico, ventanas de alta eficiencia y tecnologías inteligentes para la gestión de iluminación, climatización y agua o materiales reciclables y de baja huella de carbono. En ello, Red.es ha tenido una importancia estratégica en nuestro país pues llevamos más de una década impulsando proyectos de este tipo que han transformado muchas ciudades y mejorado la gestión municipal, mejora de edificios o la aplicación de soluciones smart en zonas turísticas para ayudar en la gestión municipal especialmente difícil por sus características.
Sin embargo, el impacto más transformador de las smart cities no es solo operativo, sino estratégico: generan datos que permiten a las administraciones tomar decisiones basadas en evidencia, anticipar problemas y diseñar políticas más efectivas. Esto convierte la sostenibilidad en un proceso dinámico, donde la ciudad se adapta continuamente a las necesidades de sus habitantes y a los retos medioambientales. Por ello hemos puesto en marcha hace muy poco, junto con la FEMP, la iniciativa “Espacios de Datos para las Infraestructuras Urbanas Inteligentes” (EDINT), con el objetivo de crear un ecosistema que permita a las entidades locales y empresas aprovechar los datos generados por infraestructuras de smart cities, fomentando la economía del dato y la colaboración público-privada.
El proyecto prevé la creación de Centros de Excelencia y Oficinas del Dato, espacios físicos donde se desarrollarán dinámicas de innovación, análisis y uso inteligente de datos para mejorar servicios públicos y aumentar la productividad empresarial. En esencia, EDINT busca convertir los datos en un activo estratégico para impulsar ciudades más eficientes, sostenibles y competitivas, integrando tecnología, administración y tejido empresarial.
Con este diagnóstico y por la experiencia que nos dan los proyectos antes citados, los principales retos para las administraciones públicas son implementar tecnologías inteligentes que requiere inversiones elevadas, y no todas las ciudades cuentan con los recursos o los modelos de colaboración público-privada adecuados. También la interoperabilidad, pues muchas soluciones tecnológicas funcionan en silos, lo que dificulta la integración en una plataforma única que permita una gestión holística. Y, en relación con lo anterior, la ciberseguridad y protección de datos.
En conclusión, las smart cities son una palanca estratégica para la sostenibilidad urbana, pero su éxito dependerá de la capacidad de las administraciones para superar barreras financieras, tecnológicas y sociales, y para liderar un modelo de ciudad que sea inteligente, inclusivo y resiliente.










