El sector energético y el de las infraestructuras digitales podrían parecer mundos paralelos a primera vista. Sin embargo, están mucho más entrelazados de lo que parece. En esta era de urgencia climática, la conversación sobre la descarbonización no se limita ya a las chimeneas o a la generación eléctrica. Los centros de datos, esos gigantes silenciosos que alimentan nuestra vida digital, se han convertido en un foco ineludible y más si añadimos a la ecuación la IA, la IA Generativa y el impacto que está teniendo en el sector energético y las infraestructuras digitales. Y la meta, claro, es el “Net Zero”.
Sin embargo, a menudo escucho a gente pensar que este objetivo se logra comprando energía renovable o instalando un sistema de refrigeración de última generación. Y sí, eso ayuda, pero la verdad es mucho más profunda. El verdadero cambio comienza con una simple pero poderosa decisión: la forma en la que diseñamos las cosas desde el principio.
Como explicó mi compañero Rubén Villar en su artículo, «La sostenibilidad bajo el AWS Well-Architected Framework«, la eficiencia energética no es un golpe de suerte, sino el resultado directo de un diseño de arquitectura bien pensado.
Imagina un edificio: no esperas que sea eficiente si no se ha considerado su orientación, el tipo de ventanas o el aislamiento desde los primeros bocetos. O un vehículo: pensar en los materiales sostenibles con los que lo vas a construir, su aerodinámica, los neumáticos y la resistencia que generarán. Pues lo mismo ocurre con la tecnología. Tener en cuenta criterios ESG (Ambientales, Sociales y de Gobernanza) desde la fase de diseño permite que cada elección, por pequeña que parezca, sume. ¿Y qué significa esto en la práctica?
Ubicación y regiones: no es lo mismo desplegar una infraestructura en una región donde la energía proviene mayoritariamente del carbón que hacerlo en una donde se usa energía eólica o solar. Hay que investigar y elegir con visión holística (desde el punto de vista de la solución, sin perder de vista el ecológico), entendiendo que el coste no es solo económico, sino también ambiental.
Uso del almacenamiento: los datos son un activo valioso, pero la redundancia innecesaria es un vicio caro y contaminante. Archivar datos fríos, comprimirlos adecuadamente y eliminar lo que ya no sirve no solo te ahorra dinero, sino que libera capacidad de almacenamiento y reduce el consumo.
Automatización inteligente: ¿de verdad necesitas que los entornos de desarrollo o pruebas estén encendidos 24/7? Un apagado inteligente automatizado de servicios inactivos puede recortar drásticamente el consumo, sin afectar a la operación. Es una medida sencilla con un impacto enorme.
Monitorización con propósito: no se puede mejorar lo que no se mide. Por eso, en los paneles de observabilidad de nuestros clientes, no solo incluimos métricas de rendimiento como la latencia, sino también métricas de sostenibilidad, como pueden ser las de algunos estándares de la industria PUE (Power Usage Effectiveness), el CUE (Carbon Usage Effectiveness) y la huella de carbono de los servicios. Así, el equipo no solo ve si algo va rápido, sino también si está siendo «sucio».
Estos principios, tan ligados a la nube, tienen un eco directo en las infraestructuras físicas, los Centros de Proceso de Datos (CPD). La selección de materiales de construcción con menor impacto, la gestión del calor residual (¿por qué no usarlo para calentar oficinas cercanas?), la eficiencia de los sistemas de suministro eléctrico (como los UPS de alta eficiencia) o el diseño de zonas de contención térmica son ejemplos concretos de cómo las decisiones de diseño marcan la pauta.
En Paradigma, vemos la tecnología como una herramienta de cambio. Por eso, acompañamos a clientes que buscan no solo escalar su negocio, sino hacerlo con una responsabilidad que se nota en cada línea de código, en cada rack que montemos en nuestro CPD. El futuro de las infraestructuras digitales pasa por una sinergia perfecta entre rendimiento, eficiencia y sostenibilidad.
Y ese camino no arranca con el primer servidor, sino mucho antes, en las decisiones de diseño. Es la mejor inversión que podemos hacer para que la generación actual y las venideras tengan un futuro digital más limpio.