La transición energética está en marcha, pero no avanza sola. Requiere de un nuevo modelo digital, distribuido, inteligente y diseñado para escalar. Esa fue la idea vertebral del segundo panel del Foro Tendencias organizado por la Plataforma enerTIC, que reunió a expertos de N3uron, IFS, Fundación Repsol y Accenture para abordar los retos estructurales y las oportunidades reales que está generando la digitalización del sector energético.
El panel arrancó con una advertencia que resonó en todas las intervenciones: la inteligencia artificial promete mucho, pero no hace milagros si no tiene datos fiables, conectados y accesibles. La transformación del sector energético —en su generación, distribución y gestión— no puede construirse sobre silos informativos, deuda tecnológica o pruebas de concepto eternas. José Granero, desde N3uron, lo llamó el “purgatorio de los pilotos”: esos proyectos que no escalan porque no hay una infraestructura digital preparada para sostenerlos. La solución no es solo técnica: implica repensar la arquitectura de datos, apostar por estándares abiertos y conectar a las áreas OT e IT en un mismo lenguaje.
Frente al piloto perpetuo, el reto es crear espacios unificados de datos, capaces de modelar activos, estandarizar fuentes dispares y alimentar a los sistemas de inteligencia con información contextualizada. Y hacerlo con tecnologías como MQTT Spark o plataformas industriales que permitan escalar sin rehacer todo cada vez. Sin esa base, la IA se queda en promesa. Con ella, se convierte en palanca.
La digitalización, sin embargo, no solo sirve para optimizar procesos. También redefine cómo se construyen, mantienen y operan los activos energéticos. Gonzalo Valle, de IFS, recordó que el 80% del impacto ambiental de un activo se decide en su fase de diseño, y que un enfoque holístico del ciclo de vida puede aumentar en un 20% el retorno de inversión. La clave está en integrar la sostenibilidad como una variable más —tan importante como el coste o el plazo— en todas las decisiones del proyecto: desde la inversión inicial hasta la operación y mantenimiento.
La inteligencia artificial vuelve a ser, aquí, una herramienta transversal. Aplicada al mantenimiento predictivo, permite anticipar anomalías y reducir el sobreuso de recursos. Integrada en plataformas FSM (Field Service Management), mejora la planificación, reduce los costes de intervención y asegura una respuesta más ágil ante imprevistos. Y todo ello sobre una única plataforma modular, con IA integrada y preparada para cumplir con las directivas europeas en transparencia y uso de datos.
Pero la transición energética también se juega en otro terreno, menos tecnológico y más natural: el de la compensación de emisiones y la restauración de ecosistemas. María Solís, de Fundación Repsol, presentó el proyecto “Motor Verde” como un ejemplo de cómo las soluciones basadas en la naturaleza se están consolidando como pieza clave en la hoja de ruta hacia el Net Zero. Con más de 60 millones de árboles previstos en 70.000 hectáreas, y una absorción estimada de 16 millones de toneladas de CO₂, esta iniciativa demuestra que la innovación también puede pasar por reforestar —pero hacerlo con tecnología, certificación rigurosa e impacto social medible.
Las reforestaciones masivas, explicó, no solo compensan emisiones: restauran suelos degradados, fomentan la biodiversidad, generan empleo local y ofrecen a las empresas una herramienta real para cumplir con el nuevo marco regulatorio, que ya obliga a medir y reducir la huella de carbono, y pronto penalizará a quienes no lo hagan.
En la recta final del panel, Andrés Cadenas, desde Accenture, aportó una visión especialmente crítica y oportuna: la digitalización también debe servir para redefinir el concepto de resiliencia de las redes eléctricas, en un momento en el que los eventos extremos y los incidentes en el sistema europeo son cada vez más frecuentes. La inteligencia artificial —y en particular la generativa— puede ser una aliada fundamental para reforzar la continuidad del negocio, automatizar la monitorización, mejorar la ciberseguridad o incluso asistir a técnicos y directivos en tiempo real durante una crisis. No es ciencia ficción: es una necesidad operativa.
El nuevo modelo energético será más limpio, sí. Pero también tendrá que ser más flexible, más robusto y más inteligente. Y eso solo será posible si la tecnología se integra desde el diseño, los datos se liberan desde el origen y las personas, tanto en planta como en oficina, tienen las herramientas —y la cultura— para tomar decisiones mejores. El camino hacia un sistema energético más digital, renovable y descarbonizado no tiene atajos. Pero tiene una dirección clara.