En los últimos 20 años he tenido oportunidad de ver cómo la tecnología ha ido transformando progresivamente la educación. He tenido además la suerte de participar en esa transformación dentro de una universidad marcada por el uso de la tecnología. Sin embargo, lejos de estar en una etapa final de esa transformación, estamos afrontando otra nueva derivada del uso de tecnologías tan disruptivas como fue Internet, pero con una implantación vertiginosa: la Inteligencia Artificial.
Tenemos, en el sector educativo, el reto de afrontar el uso de la Inteligencia Artificial y la transformación que implica en el proceso enseñanza-aprendizaje. Supondrá reinventar el propio proceso y sus roles, pero supondrá también un reto para la sostenibilidad de nuestras organizaciones.
Afortunadamente, la sostenibilidad ya no es solo un elemento de responsabilidad social entre las instituciones educativas, sino que ha ido configurándose como un elemento clave de eficiencia, productividad y competitividad. A ello han contribuido tecnologías como la virtualización y soluciones articuladas bajo diferentes servicios cloud, adoptadas masivamente por las instituciones de educación superior en general y, en particular, por la Universidad de Castilla-La Mancha, que ha completado con éxito un ambicioso proyecto de transformación cloud para mejorar la eficiencia y sostenibilidad de la institución, pero, por encima de todo, para ofrecer un mejor servicio de educación superior.