La “electrificación de la economía” significa utilizar electricidad allí donde se utilizaban combustibles fósiles en todas las industrias. Esta tendencia, que es una de las grandes bazas para frenar el cambio climático, implica a su vez uno de los mayores retos para las compañías eléctricas, con una redes que no están diseñadas y dimensionadas para un incremento de más de un 100% en la electricidad que tienen que transportar y distribuir. Para agravar más el problema, las fuentes renovables son intermitentes por definición, y estamos a merced de la climatología y otros factores en cuanto a la energía que vamos a ser capaces de producir.
En este contexto futuro, donde ni la producción ni la distribución están garantizadas de manera óptima, todas las miradas están puestas en los llamados mecanismos de Gestión Activa de la Demanda o “Demand Response”, que podríamos traducir en castellano como “respuesta desde la demanda”, y que son diversos mecanismos para adaptar el consumo a la energía que seamos capaces de producir o transportar, y no viceversa. Flexibilizando la demanda será más fácil responder a las necesidades del mercado
Desde hace años se viene trabajando en implementación de políticas regulatorias y comerciales para intentar cambiar los hábitos de consumo de las personas para adaptarlos a los picos y valles de producción. Esto no sólo genera debates sociales donde las energéticas no quedan en buena posición, sino que nunca ha dado un resultado óptimo de balance energético ni evitado caídas en la red en momentos puntuales. Por suerte tecnologías como el autoconsumo solar, el almacenamiento, la inteligencia artificial y el IoT, pueden ayudar a implementar mecanismos de respuesta desde la demanda ( Demand Response) de manera mucho más transparente para los usuarios, y eficiente para los operadores.
Para implementar un mecanismo de Gestión Activa de la Demanda, basado en tecnología, necesitamos asegurar con tecnología tres aspectos fundamentales: visibilidad, control e inteligencia.
Empezando por el primero, si queremos controlar el consumo o producción de una instalación de manera granular, debemos saber exactamente cómo se comporta la instalación. Los sensores IoT conectados, incluyendo pinzas amperimétricas, analizadores de redes, o enchufes inteligentes con medición de consumo, permiten generar millones de datos con los que generar perfiles de consumo avanzados. Podemos ir mucho más allá de saber si una instalación es un hogar o una empresa, sino identificar qué tipo de cargas tiene y cómo se usan a lo largo del día en cada estación del año.
Una vez que tenemos visibilidad, el segundo aspecto es el control. Poder encender, apagar, o cambiar modos de funcionamiento de aquellos elementos que tienen más impacto en los perfiles de generación o demanda, es obviamente clave para un Demand Response automatizado y casi transparente para los usuarios. Hablamos en este caso, por ejemplo, de inversores de autoconsumo, baterías o cargadores de vehículo eléctrico. Los fabricantes de estos dispositivos ya incorporan protocolos de comunicaciones que permiten en su mayoría el control remoto de los mismos para facilitar estos escenarios de ajuste instantáneo.
Por último, tras los “ojos” que nos dan visibilidad sobre los activos eléctricos, y las “manos” que nos permiten comunicarnos en tiempo real, el último paso es el “cerebro” que nos dice cómo y cuándo combinarlos. Esto se particulariza en algoritmos de Inteligencia Artificial, que entrenados con datos históricos, permiten generar acciones específicas desde la demanda, por instalación en función de variables como la hora, la climatología, el precio de la energía, u otros. Son algoritmos complejos ya que sirven a diferentes propósitos y pueden realizarse con multitud de tecnologías, pero todos ellos terminan influyendo sobre la generación, el autoconsumo vs. el vertido a la red, los consumos diferidos, o el almacenamiento.
Para combinar estos tres aspectos, visibilidad, control e inteligencia, existe una tendencia al uso de “minicomputadores Edge” en cada instalación. Estos pequeños dispositivos inteligentes, similares a un router de Internet residencial, permiten agregar sensores IoT, comandar activos eléctricos y albergar y ejecutar los algoritmos de IA que pueden automatizar los mecanismos de Gestión Activa de la Demanda, en miles puntos de manera individualizada y totalmente distribuida. Todo ello, asegurando la seguridad y resiliencia necesarias para una infraestructura como la eléctrica, situando las tecnologías de Edge como uno de los grandes catalizadores de la “Triple D” -descarbonización, descentralización y digitalización.