No tenemos que ir muchos años atrás para recordar cómo percibíamos, por ejemplo, cuando a inicios de la década del 2000 el hecho de ver un coche de la marca “Hummer” o un Ford Mustang haciendo mucho ruido por la carretera. Era un símbolo reputacional puro. Nadie etiquetaba negativamente esos consumos exagerados de combustible dentro de su cabeza. Al revés, cuanto más consumía… ¡casi que mejor! Quería decir que más exclusivo y potente era. Bien, en 2010 se descontinuó la producción de vehículos Hummer por la caída en picado de ventas por su destructiva reputación y General Motors tuvo mucha prisa para desprenderse de la marca.
Con este ejemplo ya debéis entender por dónde voy. Creo que esta regulación de temperaturas en espacios interiores es la antesala a un nuevo cambio de sensibilidad. Lo raro de esta ocasión es que el cambio llega desde la Administración, cuando estamos más acostumbrados a que la opinión pública sea la que primero evoluciona, y al cabo de un tiempo, la normativa intente atraparla. Desgraciadamente esta regulación precoz ha llegado para (intentar) protegernos ante futuras consecuencias de los conflictos geopolíticos que tenemos hoy, más que por sensibilidad medioambiental de nuestro país. Pero, en todo caso, incorporar esta regulación da un resultado positivo desde un punto de vista de madurez en gestión energética.
Las marcas no pueden descuidar su reputación gestionando las condiciones de sus espacios físicos, ya sea por miedo a incumplir la ley y/o por desalinearse moralmente de sus clientes.
Dentro de pocos años, estoy seguro de que podremos releer el segundo párrafo y jugar a cambiar, por ejemplo, el concepto de “coches” por el de “tiendas”, y el “mucho ruido por la carretera” por “mucho frío en verano”.