La sostenibilidad ha dejado de ser una declaración de intenciones para convertirse en una obligación operativa, especialmente en un sector como el de la logística que representa uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero del planeta. La magnitud del desafío es colosal. Según el Foro de Transporte Internacional, tanto el transporte de mercancías como el de pasajeros triplicarán sus volúmenes entre 2015 y 2050. Si consideramos que el 24 % de las emisiones globales de CO₂ proviene de esta actividad, no es difícil concluir que, sin una revolución en el transporte, no habrá transición ecológica posible.
Durante décadas, el sector ha convivido con ineficiencias estructurales y una resistencia notable a la adopción de nuevas herramientas. De hecho, aún observamos que algunos operadores logísticos siguen anclados en modelos que priorizan el rendimiento a corto plazo, sin tener tanto en consideración el coste medioambiental. Pero el contexto ha cambiado. La sostenibilidad no solo es ya un imperativo ético o reputacional, sino una variable económica de peso.
En este nuevo paradigma, la transformación digital se perfila como el catalizador más eficaz para una logística respetuosa con el medioambiente. Están emergiendo iniciativas clave que, lejos de ser futuristas, ya están al alcance de quienes estén dispuestos a implementarlas: cadenas de suministro sin papel, migración hacia modos de transporte alternativos, disminución del volumen y la distancia de transporte, reducción de los kilómetros en vacío mediante una planificación de rutas más inteligente o una utilización eficiente de la energía, los recursos y las infraestructuras.
Todas estas medidas tienen un impacto directo y medible sobre las emisiones de carbono. Según datos del informe de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, la digitalización puede reducir las emisiones del sector logístico en un 10 %–12 % para 2025. No es un dato menor. La presión regulatoria crece cada día más y los consumidores exigen coherencia ambiental, por lo que lograr esa reducción puede suponer la diferencia entre liderar el cambio o quedarse fuera del tablero.
La buena noticia es que las herramientas para hacer frente a las barreras existentes ya están disponibles. Las tecnologías, con el impacto indudable de la IA como la clave de la optimización de procesos, y los modelos de negocio basados en logística inversa, economía circular o embalajes sostenibles que demuestran que es posible hacer las cosas de otra manera ya existen. Adoptar estas soluciones no solo reduce el daño, sino que puede convertir al sector logístico en un agente netamente positivo dentro del ecosistema industrial global.
La pregunta ya no es si la transformación digital puede ayudar a lograr una logística más sostenible. La verdadera pregunta es cuánto tiempo más puede permitirse este sector seguir ignorando esa transformación. Porque el futuro, también en logística, será digital y sostenible o simplemente no será.